Por ellos

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío.

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7 de diciembre de 1997, Hampshire, La Resistencia

Cassandra volvió lentamente al mundo de la gente despierta. E hizo lo que habitualmente era su rutina cuando tenía el privilegio de despertar por sí misma y no en la mitad de un sobresalto. Hizo repaso mental de ella y de dónde estaba.

El dónde, era fácil. Junto a Sirius. Podía sentir su respiración, junto a ella. Probablemente durmiendo boca abajo, si usaba como pista que tenía un brazo cruzado bajo sus pechos desnudos, en algo así como un casi abrazo.

Estaban en la habitación que compartían, en La Resistencia. Habitación que era a prueba de ruidos, según le había informado Sirius cuando ella había verbalizado la preocupación de que toda la población de La Resistencia de seguro se había enterado de lo que había pasado entre ellos.

Además de desnuda, notó, estaba algo adolorida, pero nada terrible. Y probablemente tenía más que ver con los golpes que había recibido durante la redada, que con el tiempo que había pasado con Sirius entre las sábanas. Además, Sirius había insistido en que llenaran la bañera con agua caliente y se metieran un rato, después de que ambos hubiesen logrado recuperar el aire y la movilidad de las extremidades.

En los minutos que estuvieron envueltos en agua caliente, Sirius se había dedicado a abrazarla. A besarla. A acariciarla. A decirle que la amaba.

Ay, Merlín...la vida estaba siendo buena y dulce.

Cassandra abrió un ojo y buscó la ventana de la habitación, con la idea de adivinar más o menos que hora era. Estaba oscuro y...silencioso.

Era de madrugada aún, seguramente. Lo que era un poco extraño, porque Cassandra no solía despertar hasta que el sol ya estuviera asomándose. A menos que tuviera una pesadilla o alguien la despert-

Un destello de luz plateada interrumpió de golpe tanto la oscuridad que se veía más allá de la ventana, como sus pensamientos.

Asustada, se giró para despertar a Sirius, pero lo encontró ya despierto y atento, apoyado en un codo mirando hacia la ventana.

-Vístete, Cass. Rápido –la voz calmada y tensa de Sirius no hizo más que agudizar el miedo que comenzaba a congelarle la sangre. Pero se apresuró en hacerle caso. Los instintos de Sirius rara vez se equivocaban.

A oscuras, Cassandra cruzó la habitación hasta el armario y buscó a tientas ropa interior. Se la puso a toda velocidad, y alcanzó a lanzarse encima una bata y a ajustarla por la cintura, maldiciendo a su maldita mala suerte, porque parecía que siempre se enfrentaba a las crisis estando media desnuda, cuando hasta ellos llegó un grito. Seguido de otro.

-¡Cass! –el grito-susurro de Sirius la hizo correr a buscar sus botas y su varita, antes de echarse a correr hacia la puerta, donde la esperaba ya vestido.

Entonces sonó la alarma que Ulrich y Darian habían instalado. Y los gritos se multiplicaron.

Con las botas en una mano y la varita en la otra, Cassandra corrió tras Sirius y frenaron sólo al ver aparecer a Ulrich escalera arriba hacia ellos.

-¡Ulrich! –lo llamó Cassandra por sobre los gritos y el ruido repetitivo y casi ensordecedor de la alarma.

-¡Están abajo! ¡En la parte de atrás!

Dios. Sintiéndose empalidecer, Cassandra recordó que la entrada a las habitaciones subterráneas donde dormía la gente, los refugiados...era en la parte de atrás de la casa.

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