La boda

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Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío (y).

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–¿Todo bien, Lunático? Te ves nervioso.

–Todo bien. Tan bien como podría estar.

Remus se veía algo más que nervioso. Pálido y preocupado era una mejor descripción, pero Sirius no quiso insistir. Si su amigo tenía algún problema, se lo comentaría eventualmente. Si necesitaba hacerlo.

Quizá sólo eran los nervios que sentían todos.

Se habían preparado para la ocasión, utilizando más hechizos protectores de los que podría contar usando los dedos de seis manos. Harry estaba disfrazado e irreconocible, gracias a un poco de poción multijugos, así que estaba a salvo de las miradas de posibles invitados no deseados, que en vez de ver al "niño que vivió", verían a Barny Weasley, primo de Ron; quien en verdad era un chico algo rollizo y de cabello rojo y ondulado de un pueblo cercano, al que Fred le había robado algo de cabello.

El disfraz de Primo-Weasley era al mismo que estaría utilizando Cassandra esa noche. Con el cabello de un tono más claro, si alguien preguntaba, se haría pasar por Cassie Weasley.

No que nadie se extrañara de ver primos nunca antes vistos, los Weasleys y sus parientes en primer, segundo y tercer grado eran eternos.

En ese momento, los invitados llenaban lentamente la carpa ocupando asientos dorados que estaban repartidos por todo el lugar, y él y Remus miraban desde la entrada principal de la carpa como Harry, Ron y George acomodaban gente por todas partes.

Y, por suerte, nadie dirigía una segunda mirada en su dirección.

No se había querido esforzar mucho en camuflarse con el resto de los invitados. Molly había aceptado el "ahora está más mejor" de Cassandra y había dicho que un bigote y anteojos bastarían, ahora que se veía distinto al esqueleto enclenque que había sido hace cuatro años, cuando escapó de Azkaban. Y como, hasta que terminara todo el escándalo de la boda, la palabra de Molly era ley…él había obedecido. Esa noche lucía un enorme y abultado bigote negro y unos anteojos rectangulares.

Más mejor, pensó Sirius sonriendo. Cassandra lograba hacerlo reír incluso cuando no la tenía cerca.

Sabía que estaba disfrutando de la presencia de la chica más de lo que debería, pero poco podía hacer para evitarlo.

Aún no sabía exactamente qué edad tenía, pero rondaba la edad de los gemelos. Es decir, dolorosamente joven.

Su mente intentaba confortarlo con el pensamiento de que disfrutara mientras la tuviese cerca, porque seguramente ella encontraría pronto un lugar para vivir y no la vería más.

Mientras que otra parte de él intentaba no pensar en el momento en que Cassandra se marchara, lejos de él. No quería que se fuera. Le gustaba tenerla cerca.

Tenía un sentido del humor algo enfermizo, pero encantador. Después del segundo día, se había acomodado al resto de la gente, participando cuando veía el espacio, pero sin ser entrometida. Y el resto de la gente no se sentía incómoda a su alrededor, considerando que era una cara nueva en un grupo de gente que prefería alzar varitas y luego preguntar. Aunque esa parte sí la habían hecho la primera vez que puso pie en la casa de los Weasley, Remus se había encargado de darle la bienvenida habitual.

Tenía unos ojos enormes, que eran algo grandes para su cara, pero que eran hermosos y hablaban volúmenes. Era bonita y le buscaba el lado bueno a todo. Lo que era un malditamente bueno, porque para él era cada vez más difícil ver cosas buenas en el mundo. Su vida había sido un infierno, pero se había mantenido firme, respaldando el pensamiento que había cruzado su mente hace ya varios años, cuando conoció a una pequeña Cassandra de cuatro años en Azkaban: era una luchadora.

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