XXVIII

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Llevo preguntándome todo el camino cómo entrar en una casa llena de vampiros sin que se enteren de que tienes heridas. Estoy en las escaleras de entrada y todavía no he hallado la respuesta. 

Abro la puerta de entrada y justo cuando suena el clic al cerrarse de nuevo ya tengo a Edward frente a mi. Ojalá no me mirase con esa expresión de preocupación en su rostro. 

Yo, sin embargo, me quedo frente a él como una estatua sin saber muy bien qué decir para explicarme bien... 

- ¿Qué ha pasado?- pregunta agarrándome por los hombros y centrando su mirada dorada en la mía. Pestañeo un par de veces todavía sin ser capaz de decir las palabras, porque cuando uno dice las cosas en alto, ya no las puede retirar-. ¿Qué ha pasado, Karenina? 

Abro y cierro la boca dos veces seguidas. Sigo sin ser capaz de decir la maldita y sencilla frase. 

Necesito agua. Quiero agua. ¿Dónde está el agua? 

Me giro y esquivo a Edward para caminar hasta la cocina. Solo tengo que concentrarme en los pies, ¿no? Un pie, después otro y así hasta llegar allí. Se supone que es sencillo. 

- ¿Qué ha pasado?- vuelve a preguntar mientras aparece frente a mi y me toma por los hombros para impedirme que siga caminando-. Habla, por favor- la desesperación en su tono de voz hace que vuelva a abrir otra vez la boca... pero no sé por dónde empezar. 

Retrocedo hasta la silla de la entrada y me siento en ella a cámara lenta... 

- La he matado- susurro. 

- ¿A quién?- pregunta Edward agachándose frente a mi-. ¿A quién has matado? 

- La mujer... la que...- trato de explicarme mejor pero mi cabeza está un poco bloqueada. Trago saliva y vuelvo a intentarlo-. La vampiro... la pelirroja... que me atacó. 

- ¿Cómo ha pasado?- pregunta levantándome de la silla tomándome por detrás de las rodillas. Niego con la cabeza. No puedo casi decir a quién he matado, mucho menos explicar detalladamente el cómo. 

Acabo sentada sobre la encimera de la cocina. Si a Edward le molesta el olor de mi sangre no lo menciona ni por un segundo... Estoy preocupada por eso también. 

- Karenina, ¿cómo ha pasado? ¿cómo ha pasado, amor?- vuelve a repetir una y otra vez mientras camina de allá para acá cogiendo vendas y desinfectante, aunque no entiendo por qué necesita desinfectante. 

- Estaba en el bosque... me encontró y... y me atacó- suelto tartamudeando. Me doy cuenta de que mis manos están temblando frenéticamente. 

- ¿Qué pasó después? ¿Qué ha pasado con ella?- pero no puedo hablar así que solo niego con la cabeza mientas envuelve mi brazo y el tobillo con las vendas. 

Después de tratar las heridas, Edward se mueve por la cocina y me acerca un vaso con agua que envuelvo en mis manos. Apenas soy capaz de beber la mitad del agua porque tengo miedo de vomitarla o algo. Nunca he vomitado y planeo que siga permaneciendo en la lista de "experiencias nunca vividas". 

Cuando dejo el vaso sobre la encimera, Edward vuelve a tomarme por detrás de las rodillas y segundos después me está dejando suavemente sobre mi cama. 

Tengo ganas de preguntar dónde están los demás, o por qué me deja sobre la cama como si fuera una muñeca de porcelana... incluso quiero hablarle sobre mi invernadero falso, pero no puedo. Alguien ha hecho algo para que parezca que me he comido un helado demasiado rápido y se me ha congelado el cerebro, haciéndome totalmente inútil. 

Levanto la mirada hasta la de Edward cuando noto su mano sobre mi mejillas y su pulgar acariciando mi piel. 

- Duerme, mi amor. Mi único amor- susurra mirándome a los ojos. 

DULCE TENTACIÓN [EDWARD CULLEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora