XXXIII

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Estoy encerrada en un mundo de oscuridad. Es como tener los ojos abiertos en una habitación oscura. Escucho a la gente hablar a mi alrededor. Quiero poder abrir los ojos, hacer un movimiento, o soltar una buena contestación a sus tristes palabras. Quiero abrir los ojos y gritar "¡Ey, estoy aquí!". Pero las esperanzas son tan mínimas. Yo misma tengo tan pocas esperanzas puestas en mi. 

Pero cuando una está encerrada en un mundo tan pequeño y oscuro, una frase puede marcar la diferencia. Una frase puede ser la solución a todos tus problemas. 

- Habla con ella- oigo a Carlisle pedir entre la bruma de oscuridad. 

Sé que es a Edward a quien se lo dice. Pero el lleva días lamentándose por lo que me ha pasado. Como si él tuviese la culpa de esto. 

Me concentro en lo más preciado que tengo y procuro bajar mis barreras. Quiero dejar de ser Karenina por un momento y ser una humana capaz de hacer que Edward pueda entrar en su mente. 

Los recuerdos. Los recuerdos más felices que tengo. 

Dejo que vea desde el primer momento en el que conocí a mis padres. La primera vez que caminé. La primera palabra que dije, que fue "beso". Ni mamá ni papa, sino beso. Le dejo ver todas las veces en las que bailé con mis pies encima de los de mi padre por el salón de mi casa. Dejo que vea a mis padres bailar lentamente y sin darse cuenta que hay un mundo a su alrededor. 

Le dejo ver mi primera clase de ballet. Lo asustada que estaba y la conversación que tuve con mi madre. "- Estoy tan asustada- le dije". "- ¿Por qué?- pregunto ella-. ¿Qué hay que temer?". "- ¿Y si... y si lo hago mal? ¿Y si no soy capaz?". "- ¿Y si eres capaz de eso y más?" Es frase me dio el empujón para tomar una bocanada de aire y entrar en la clase de ballet. A partir de ahí nunca he tenido miedo de hacer cosas nuevas. Incluso cuando estás han salido mal. Le enseño a Edward mi primer salto en paracaídas. La primera vez que acompañé a mis padres a la entrega de los premios de la ciencia e investigación. La vez que me caí del tejado de mi casa y me partí una pierna, y tuve que pasar dos días sentada en el suelo hasta que esta sanó... y después le mentí a mis padres. Le muestro mi primera fiesta, mis amigos, mis actuaciones... Todo lo que tengo, todo lo que soy es una mezcla de las experiencias de mi vida. 

Pero no llego hasta el momento en el que lo conozco a él. Es demasiado cansado recordar tantas cosas y tratar no solo de mantenerme viva a mi, sino también a él. Cuantos más días pasan, más lejos está de mi. 

- Repítelo- pide, más bien suplica a través de mi bruma. 

Pero estoy cansada. Bajar mis defensas de mestiza es como tratar de derribar la Muralla China. Ahora ni siquiera puedo decirle que no lo voy a volver a hacer porque estoy cansada. 

- Hazlo de nuevo- le oigo pedir. 

Una vez. Solo una vez más. ¿Verdad? Solo hace falta eso para que él crea lo que ha visto. 

Estoy cansada. Pienso

Pero aun así puedo compartir todas mis victorias. Puedo compartir todas las veces que he ganado en lugar de perder. 

La primera vez patinando sobre hielo y logrando hacer piruetas porque no tenía miedo a caer. Ganando una maratón, pintando un pared con mis padres y acabando con más pintura en mi piel que en la pared. Saltando en la cama de pequeña, celebrando todos mis cumpleaños, abriendo los regalos la mañana de Reyes, viajando a África para hacer de voluntaria, bailando en la playa por la noche... 

Solo hay un lugar en el que tantas cosas pueden caber. Y ese lugar es nuestro cerebro. Ese es el único lugar tan grande como para guardas a las personas, los recuerdos, los sentimientos... Pero también tan poderoso como para borrar algunos. 

Y es ahí cuando me doy cuenta de que también mi vida se va con ellos. Me he agotado a mi misma. He dado más de lo que podía. 

Y solo escucho el pitido continuo. Pero sé, con certeza, que no pasa nada. Estoy en buenas manos. Y sonrío para mi misma. 

DULCE TENTACIÓN [EDWARD CULLEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora