XXXI

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Edward

Edward no sabía lo que le había pasado a Karenina. La recepcionista lo había llamado a su móvil mientras veía las noticias en la CNN y esperaba a que ella regresara de correr, como siempre había hecho. La mujer no quería decirle nada por teléfono. Lo primero que se le ocurrió fue que ella se había topado con un animal salvaje mientras corría, pero entonces... ¿por qué estaba en el hospital y no en casa? ¿Cómo había llegado ella hasta allí? Después pensó que tal vez se había caído por una pendiente y alguien la había encontrado... pero ella no era tonta ni torpe, no era posible que se hubiese caído corriendo y mucho menos que la recepcionista se hubiese rehusado a contárselo por teléfono. Estaba seguro de que lo que le había pasado a su prometida debía ser algo muy grave... 

Condujo de la forma más peligrosa que nunca, rompió muchas de las normas de tráfico y no le importaba en lo más mínimo, quería llegar cuanto antes. Quería enterarse de lo que le había pasado al amor de su vida. 

Cuando llegó a la puerta del pequeño hospital se percató del coche de policía aparcado en el frente con las luces parpadeando. Cuando entró en el hospital, casi arrasando con la puertas, se dio cuenta de los cazadores hablando con la policía. 

Lo peor no fue eso. Había algo mucho peor. Lo que estaba pensado el más joven de ellos. Las imágenes que se repetían una y otra vez en su cabeza hicieron que Edward se parase en medio del pasillo mientras las imágenes se repetían en su propia cabeza. 

Primero había una mancha dorada entre las hojas verdes del bosque, después aparecía la imagen de Karenina en el suelo, su perfecto rostro tornado en una mueca...no de dolor, sino de puro terror. 

Edward no puedo aguantar más y se guardo las ganas de matar al chico para más tarde. La prioridad era Karenina, y solo ella tenía lugar en su cabeza. 

- Edward Cullen- dijo la recepcionista mientras se acercaba a él y lo tomaba de forma extradelicada del brazo-. ¿Podemos hablar?- preguntó la mujer de forma insegura. 

- ¿Dónde está?- pregunto Edward de una forma más hostil de la que habituaba. 

- Tienes que quedarte en la sala... 

Edward ni siquiera espero a que la mujer terminara. Las imágenes de la mente de la mujer eran demasiado reveladoras. Ella lo había visto todo. Karenina había sido transportada en una camilla por todo el maldito hospital mientras se desangraba... Y sabía dónde estaba. 

Caminó por el largo pasillo del hospital hacia las puertas del quirófano. Se plantó delante de las puertas de color azul y miró atreves de los cristales el jaleo que sucedía al otro lado. El hospital era un poco tonto por dejar que todo el mundo pudiese ver cómo se llevaban a cabo las operaciones. 

Había cosas dolorosas en el mundo, pero Edward apenas recordaba ya lo que era sentir dolor humano... hasta ahora. 

Karenina estaba tumbada sobre la camilla del quirófano y nada pintaba bien. El pitido se metió en la cabeza de Edward y era mucho más fuerte que el sonido de la conversación que llevaban a cabo en el interior de la habitación. Incluso aunque Carlisle estuviera dentro con ella... una vida es una vida y miles de ellas se pierden cada día. Pero no la de Karenina, no la de ella. Incluso aunque su corazón se hubiera parado hace unos segundos y estuvieran presionando las palas contra su pecho y dándole descargas para reanimarla. 

Edward no sentía su cuerpo, pero si pudiera llorar lo habría hecho. Habría llorado tan desconsoladamente como un humano por ver como la vida de Karenina se escapaba ante sus ojos. Incluso si ella había sido la chica más fascinante que jamás había conocido. Ella era graciosa, gentil, educada, entregada y miles de cosas más. También era algo tozuda, pero en realidad en más de una ocasión eso era bueno. 

Tras minutos de reanimación vio como el ambiente se tornaba derrotado, poco a poco los médicos y enfermeros de la sala fueron perdiendo la esperanza... todos menos Carlisle que decidió seguir reanimando el corazón de Karenina con sus propias manos. A estás alturas la chica ya debía de tener unas cuantas costillas rotas, pero eso tenía solución. 

Edward quería entrar él mismo en la sala y tratar por todos lo medios de hacer algo... pero esa no era muy buena idea, teniendo en cuenta que estaba encajado en el papel de adolescente, no de adulto con conocimientos médicos. 

Pero como Karenina tampoco era humana... 

DULCE TENTACIÓN [EDWARD CULLEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora