Sin Control

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Fernando Alonso P.O.V.

Necesitaba entrenar algo. El día de ayer lo pasamos vagueando entre el sofá y la cama. Fabio se iba a enfadar como haya cogido algunos gramos de más.

Bajé al gimnasio para realizar mi rutinas. Una vez terminé, subí a darme una ducha, no sin antes dejar la cafetera puesta.

Cuando entré en la habitación Diana seguía dormida. Me senté a su lado y no siquiera se inmutó. Se le veía tan relajada, tan bonita... No cambiaría por nada estos días que estamos pasando. Necesitábamos estar sólos. Dedicarnos tiempo. Creo que ayer conocí mucho más de ella que en todos estos meses. Y descubrí que la quiero mucho... demasiado diría yo. Como nunca he querido a alguien. Y eso me asusta. Me da terror hacerle daño o que me lo haga a mí.

- ¿Qué haces? - Dijo abriendo un ojo.

- Mirándote... ¿no puedo?

- Debo estar horrible -se tapó la cara con la sábana.

- Un poco, sí...

- Pues anda que tú... con esos pelos que traes y todo sudado... - dijo desde debajo de las sábanas.

- Yo vengo de hacer ejercicio y se puede justificar... Pero lo tuyo... - me encanta hacerla enfadar.

- Tonto... estúpido... imbécil... - dijo sacando su mano por un lado de la sábana y enseñándome el dedo corazón.

- Dímelo otra vez... si eres capaz. - Dije quitándole las sábanas y haciéndole cosquillas.

- Tonto... - dijo riéndose - estupi... ¡Fer por favor! - No paraba de reír y gritar.

La abracé y giré con ella en la cama de modo que quedó encima de mí.

- Imbécil - dijo susurrando y dándome un beso en la nariz.

- ¿Tu me quieres Diana? - creo que lo solté sin pensar.

- No... estoy contigo por tu dinero y tu fama. Te hago fotos desnudo para mandarlas luego a la prensa. ¡No sabes lo bien que pagan por ellas! Me voy hacer de oro...

- Que graciosa...

- ¿A qué viene esa pregunta tan tonta Fer?

Ni yo mismo sabía por qué se la había hecho. A veces, cuando no controlo algo, me siento inseguro. Y eso es lo que me pasa, no puedo controlar mis sentimientos hacia ella y eso hace que no me sienta seguro del todo.

- Fer...

- Respóndeme...

- Claro que te quiero, tonto. - y me dio muchos besos seguidos en la mejilla, sin poderlo evitar, la abracé lo más fuerte que pude. No quería separarme de ella. Nunca.

Serví el café en nuestras tazas. Diana bajaba aún con el pelo mojado y una falda que para mi gusto era un poco corta.

 Diana bajaba aún con el pelo mojado y una falda que para mi gusto era un poco corta

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El corazón en Boxes (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora