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- Sentía deseo, ansia... en cada uno de sus besos. Eran casi salvajes, prácticamente me estaba devorando. Tuve que frenarlo en un par de ocasiones porque me costaba hasta respirar. Bajó con tanta rabia la cremallera de la sudadera de Seb que la rompió. Así que no se la voy a poder devolver. La camiseta y el pantalón me los quitó sin apenas darme cuenta y de un empujón me tiró en la cama.

- Qué bruto el ninja... - decía Jorge dándole una calada al cigarrillo.

- Lo sé... Pero a mí me gusta que sea así - le dije avergonzada, pero era verdad. Me limpié una lágrima que caía por mi mejilla y eso que todavía no había llegado a la parte triste del asunto.

Jorge sonrió de medio lado y negó con la cabeza.

- Bueno, sigo - respiré hondo y continué - Una vez en la cama me besó de nuevo de una forma tan salvaje que me daba hasta miedo. No paraba de repetirme una y otra vez que me quería, que no podía vivir sin mí, pero que yo no merecía alguien como él.  En ese momento no sabía por qué  decía eso, ya luego lo entendí. Me besó de arriba a bajo, literalmente, y recorrió con su lengua rincones de mi cuerpo que ni yo misma conocía.

- Joder con el ninja... - Jorge dio una calada y expulsó poco a poco el humo por la nariz.

- Y como es habitual en él, se cargó mis braguitas al bajarlas- Jorge rio - Me decía que era suya y que no soportaba la idea de que otro me tocara - las lágrimas salieron de nuevo de mis ojos. Hice una pausa para relajarme y seguí - Y me hizo el amor como nunca antes me lo había hecho...

- Te folló duro ¿no?

- Jorge... - chasqueé la lengua - Bueno sí. En tu idioma, sí.

- ¿Y te gustó?

No pude evitar sonreír ante su pregunta.

- Eso es un sí... - dijo apagando el cigarro en el cenicero - ¿Y por eso lloras? ¿Porque te follaron duro y te gustó? ¿o porque te duele tanto ahí abajo que no te puedes ni sentar?

- No, Jorge, espera que todavía no he llegado al fondo del asunto.

- Del asunto no sé... Pero al fondo de ti si que llegaron anoche - dijo soltando una de sus sonoras carcajadas.

Respiré hondo de nuevo,  me acomodé en la silla y le seguí contando.

- Cuando terminamos...

- Cuando os corristeis... - me interrumpió.

- ¡Jorge!

- ¡Ay Diana! Hay que empezar a llamar las cosas por su nombre.

- Cuando terminamos - hice incapié en la última palabra - me abracé a él como siempre hago y puse mi mano en su pecho, esperando a que su respiración volviera a la normalidad. Entonces, de broma, le dije que no iba a ganar para comprarme braguitas, que ya había perdido la cuenta de todas las que me había roto.

- Ya ves... No va a ganar dinero dice... si el ninja puede comprarte un Victoria's Secret enterito para ti.

Puse los ojos en blanco y conté mentalmente hasta diez, antes de perder la paciencia con mi amigo.

- Pero él no me dijo nada... ni siquiera alguno de sus borderíos que tanto me ponen. No le di importancia, muchas veces tardaba en reaccionar "después de". De repente se levantó y se sentó en el borde de la cama, cogió su camiseta y empezó a vestirse. Tras preguntarle dónde iba, me dijo que a su habitación. Me resultó extraño, pero pensé que quizás esperaba a que yo se lo pidiera. Así que lo hice, le dije que no tenía por que irse, que podíamos dormir juntos como siempre. Que de hecho era lo que más me apetecía en ese momento. Entonces se giró a mirarme y lo soltó todo. - llegados a este punto de la conversación tenía un nudo en la garganta y muchísimas ganas de llorar.

El corazón en Boxes (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora