Una pareja "normal"

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En apenas unos veinte minutos llegamos a otra urbanización, pero ésta se encontraba aún más alejada de la ciudad.

Al pasar por la garita de seguridad, Fer sacó  una tarjeta y la pasó por un escáner, abriéndose automáticamente la barrera.

- Vaya... Que moderno... - le dije asombrada. Me esperaba al típico señor de seguridad que te mira con mala cara desde dentro de la garita y te abre la barrera con desgana.

Tras recorrer prácticamente toda la urbanización, al final de la misma, se encontraba la casa de Fer.

Nos detuvimos frente a la puerta del garaje y Fer sacó  su móvil. Lo miré curiosa. Marcó una clave y la puerta se abrió de forma automática.

- Lo último en tecnología de seguridad. - me dijo orgulloso.

- ¿Y ésto es seguro? Donde esté una buena puerta y un cartel de "Cuidado con el perro" que se quiten todas estas pijerías. - sentencié.

Me miró y puso los ojos en blanco. La verdad que las nuevas tecnologías no van conmigo.

La entrada era preciosa. El estilo era totalmente diferente al de la casa de sus padres. Todo blanco, moderno,  con líneas rectas y muy minimalista.

Dejamos el coche en una especie de porche al aire libre y sacamos los trolleys del maletero.

- Ven, sígueme. - me dijo Fer.

Al lado de la puerta principal había una fuente tipo zen en la pared. Era muy agradable escuchar el sonido del agua al caer.

Fer hizo el mismo gesto con su móvil que con la puerta del garaje para desactivar la alarma. Pero para abrir la puerta de la casa, sí lo hizo con una llave de toda la vida.

- Entra rubi... - dijo aguantando la puerta.

Cogí mi trolley y pasé tal y como me dijo.

Si me pareció grande la casa de los padres... ésta me pareció descomunal.

Entramos en un gran salón todo decorado en tonos blancos, negros y grises. Con muebles minimalistas y sin apenas decoración.

Destacaba un sofá enorme en tono gris frente a una tele de... ¡ni idea de las pulgadas que podía tener ese cacharro! ¡Era inmensa! Y entre los muebles y el sofá, una alfombra también en gris y negro.

En una esquina tenía también una chimenea, pero de éstas modernas que están cubiertas con un cristal.

Me llamó la atención que no había cuadros, ni fotos... sólo un pequeño Buda plateado en una esquina del mueble.

- ¿Qué te parece? Estás muy callada... -me dijo Fer quitándose la sudadera y quedándose con una camiseta de manga corta. Yo también empecé a  notar calor.

- Pues es... muy... -No encontraba las palabras - ¿blanco?

- ¿Blanco? - me miró con el ceño fruncido.

- Sí... muy... frío. - la verdad que, aunque me cueste reconocerlo, me sentía más a gusto en casa de sus padres.

- No te gusta, ¿no?

- Sí... Si es muy bonito, muy moderno. Pero no parece un hogar.

- Es que vivo solito, sin nadie que me quiera y me de calor... - hizo como si llorara llevándose las manos a la cara.

- Que tonto eres de verdad... cada día más... - le di un manotazo en la espalda.

- Anda ven... Que te voy a enseñar la cocina.

El corazón en Boxes (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora