Plan A

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A pesar de que me costó mucho trabajo coger el sueño, dormí toda la noche del tirón. Y parece que Fer también. No lo sentí moverse en ningún momento.

Cuando me desperté, noté que no podía moverme. Quise girarme pero había algo que me lo impedía. Ese algo eran los brazos y las piernas de Fer que me tenía completamente atrapada por la espalda. Sentía su aliento en mi oreja y mi cuello, haciendo que se me pusieran todos los vellos de punta.

Como pude, me giré sobre mí misma hasta que nuestras caras quedaron a milímetros de distancia. Podía notar su respiración en mis labios.

Le besé dulcemente la nariz y fui bajando poco a poco hasta llegar a su boca. Fer se movió un poco y gruñó. Le verdad que no tiene muy buen despertar...

Le acaricié la mejilla y seguí depositando pequeños besos en sus comisuras, sus ojos, su frente...

Volví a sus labios y cuando los uní a los míos, Fer giró sobre mí hasta quedar justo encima, agarrándome por la cintura. Su boca buscó la mía de forma apasionada y sus manos recorrieron mis muslos hasta meterse por debajo de mi pantalón corto del pijama.

Me agarré de su pelo y sin dejar de besarnos mis caderas buscaron el roce de lo más abultado de su pantalón.

De repente, como si se acordara de algo, paró en seco.

- No puedo Diana.... - dijo levantándose de golpe.

- ¿Fer se puede saber que te ocurre?

- No puedo, lo siento. Estoy... Estoy muy enfadado contigo... - se levantó camino al baño con la tienda de campaña puesta.

- Creo que ya te estás pasando Fer... - le dije sentada en la cama y con los brazos cruzados sobre el pecho.

Pero no dijo nada. Cerró la puerta y a continuación escuché caer el agua de la ducha. No me lo podía creer, me había dejado con el calentón... ¡Será...! Uff... Decidí recoger un poco la habitación a ver si se me pasaba.

- Estúpido, imbécil, idiota, capullo... - decía entre dientes mientras hacía la cama.

- Sin insultar ¿vale? - me dijo saliendo del baño sólo con una toalla en la cintura y otra en el cuello.

Le eché una mirada asesina mientras golpeaba la almohada.

Se dirigió al armario y sacó ropa limpia: unos pantalones cortos deportivos y una camiseta.

- No hace falta que hagas la cama o limpies, en el edificio hay personal que se dedica a eso. - me dijo mientras se vestía.

No le contesté. Ahora era yo la que estaba enfadada con él. Saqué mi ropa del armario y comencé a quitarme el pijama.

- Será mejor que vaya a preparar el desayuno... - me dijo antes de salir.

Cuando salí de la habitación ya tenía el desayuno preparado en la mesa. Nos sentamos y en silencio empezamos a comer.

- ¿Hasta cuándo va a durar esto Fer? - solté de golpe.

- Dame tiempo Diana...

- ¿Tiempo? ¿Que más quieres? Te he pedido perdón mil veces y he volado sola hasta aquí para verte.

- ¿Qué esperabas Diana? ¿Que actuara como si nada hubiera pasado?

- Es que no ha pasado nada Fer.

- Sí, si que ha pasado. ¿Quieres que te refresque la memoria?

- No hace falta. Sé  muy bien lo que hice y por eso mismo digo que no ha pasado nada.

El corazón en Boxes (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora