23. Julian Darktail

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Julian Darktail se despertó alrededor de las siete cuando los primeros rayos de sol atravesaban la mañana, pasando de la oscura noche al glorioso amanecer. La luz, el sol... se había olvidado de su poder, de la manera en que hacían que todo se viera más bello, de cómo llenaban el alma de vida. Contemplaba la mañana como un maravilloso espectáculo. Intentaba imaginarla, en sus tiempos de encarcelamiento, de oscuridad absoluta, pero había olvidado su aspecto. Hacía tanto que no veía la luz del día...

En la cama a su izquierda, su hermana pequeña dormía profundamente, abrazada a un libro. <<Qué raro>>, pensó Julian riendo para sus adentros. Se veía tan diferente a la Vicky que había dejado hace meses... Cuando iba a visitarlo a la Ciudad Silenciosa, estaba demasiado oscuro para verla realmente bien; todo lo que alumbraba la celda cuando su parabatai y su hermana venían era una pequeña piedra de luz mágica que traía un Hermano. Ahora que la observaba con más detalle, tenía la apariencia de alguien que no había descansado hace un millón de años: sus ojeras que antes sólo eran un rasgo propio de él y de su hermana, ahora estaban aún más pronunciadas. Su semblante, que antes era más cándido, ahora se veía más sobrio. Se veía...mayor.

Hacía algo de frío en esa habitación, que parecía ser una enfermería antigua y se percató de que su hermana había soltado el libro para abrazarse a esa chaqueta negra. Se estiró con el propósito de taparla pero no llegó muy lejos; se lo impidió un centenar de tirones provenientes de su espalda.

Por su parte, Evan estaba de rodillas, con los brazos rodeándole la cabeza sobre la cama de su parabatai. Pese a que estaba allí desde que había abierto los ojos, Julian no pudo despertarlo. Al final, decidió dejarlo descansar, aunque sea en esa posición terriblemente incómoda. Y Laura...no estaba. Habría jurado que la había visto la noche anterior pero ahora había desaparecido. Probablemente lo soñó.

Vicky se removió en su cama; el sol se había corrido y un rayo de luz le daba en la cara. Se refregó los ojos con sus manos y los fue abriendo poco a poco hasta que su vista se adaptó a la claridad cegadora. Le echó un vistazo a su entorno hasta que se detuvo en su hermano que la miraba elevando las cejas, en modo de saludo. Se quedó petrificada, con la vista fija en él, examinándolo de pies a cabeza.

—¿Jules? —preguntó sin poder creerlo todavía.

Jules le dedicó una gran sonrisa. 

—El mismo y el único.

—¡Jules!

Se levantó como un resorte, salió disparada hacia su cama y lo abrazó tan fuerte que temió lastimarlo. Sintió una presión fuerte en su espalda: Julian le estaba devolviendo el abrazo. Por primera vez desde hace ocho meses, su hermano le devolvía un abrazo.

—No puedo creer que estés aquí —susurró, intentando no llorar de emoción.

—Yo tampoco —contestó Jules, abrazando a su hermana con aún más fuerza.

Se soltaron después de unos minutos. La mirada de felicidad de Vicky fue reemplazada por una preocupada.

—¿Tenés hambre? ¿Sed? ¿Te duele algo? ¿Cómo te sentís? ¿Tenés hambre?

Jules le sonrió y le acarició una mejilla que recordaba más regordeta. Vicky tomó su mano y la juntó con las suyas.

—¿Hace cuánto estás despierto?

—Como un par de horas...

—¡¿Un par de horas?! ¿¡Y nadie se fijó si estabas bien?!

—Vicky, todavía es muy temp...

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora