Jace le pidió que esperara a que se cambiase y luego se reunirían en la puerta. Vicky aprovechó para ir a su cuarto a buscar un abrigo. El día estaba horrible: hacía frío y la brisa agitaba sus ropas y cabellos. Al bajar, ya los esperaba el carruaje que los llevaría a la Ciudad de Hueso: completamente negro y conducido por uno de los Hermanos Silenciosos. Con un gesto, les indicó a los jóvenes que subieran.
El carruaje iba a toda velocidad. Jace viajaba totalmente tranquilo mientras que Vicky no parpadeaba, se sostenía del asiento y ahogaba alguno que otro gritito cada vez que su particular vehículo parecía chocarse contra algo o alguien. Jace hacía un gran esfuerzo por no reírse a carcajadas.
—¿No es divertido? —preguntó.
—Creo que tenemos definiciones muy diferentes de la palabra "divertido". —Cerró los ojos. Se veía exactamente igual a Iglesia cuando clavaba sus garras en los asientos del Instituto.
—Sabes que no nos podemos chocar, ¿cierto?
—Sí, pero igual parece.
—Entonces, ¿por qué miras por la ventana?
—No sé. No puedo evitarlo. Además, si cierro la cortina vamos a quedar totalmente a oscuras. —Miró una vez más hacia afuera. —¡Por el Ángel! ¡Casi atropellamos a alguien!
Jace cerró la cortina.
—No creo que te importe quedarte totalmente a oscuras conmigo, ¿o sí?
—No. —Vicky agradeció que estuviera lo suficientemente oscuro como para que Jace no pudiera notar su rostro colorado.
El carruaje frenó de pronto y después volvió a arrancar. En ese momento Vicky se aferró al asiento de nuevo, repentinamente más suave, aunque no tanto ya que la mano de Jace era bastante callosa. Le estaba agarrando la mano a Jace. Se soltó al darse cuenta y, antes de que pudiera disculparse, el carruaje giró de repente y ella quedó casi encima de él.
—Lo siento —dijo apartándose—. No quería aplastarte.
—No me aplastaste. Pero deberías llamar mi atención de una forma más sutil.
Pese a la oscuridad, Vicky juró que Jace la miraba con esa exasperante media sonrisa suya. Se limitó a echar una risita y a mirar a otra parte, dejando que su compañero interpretase su respuesta como él quisiera. No le molestó; al menos bromear con Jace la hacía pensar en otra cosa que no fuese su estómago saliendo por su garganta.
—¿De dónde eres? —preguntó Jace de improviso.
—¿Ahora vas a interrogarme? Pensé que íbamos a dejarles esa parte a los Hermanos Silenciosos.
—Asumí que te sentirías más cómoda con algo bello qué contemplar.
—Si pudiera verte —repuso ella, aunque sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra—. Argentina.
—¿Buenos Aires?
Vicky asintió. Luego pensó que tal vez su acompañante no podía verla.
—Sí.
—Lo supuse —se jactó Jace—. Ustedes hablan inglés británico con acento americano.
Vicky no le discutió, sabía que era cierto.
—Pero lo disimulan bastante bien.
La muchacha se sorprendió por el seudo cumplido.
—Los Fairwood y yo estudiamos idiomas desde pequeños.
—Pero ya llevas un tiempo en Nueva York, ¿verdad?
—No tanto —respondió—. ¿Qué hay de ti? ¿Estuviste alguna vez por allá?
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Los Hijos del Círculo
FanfictionJace Wayland y los hermanos Lightwood estaban solos en el Instituto de Nueva York cuando un grupo de desconocidos irrumpe en su hogar: dos hermanos con una chica en brazos: Victoria Darktail, a quien Jace reconoce. A medida que pasa el tiempo las hi...