9. Dominic Ravenscar

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Lo primero que vieron al irrumpir en la habitación fue a Vicky sosteniendo una espada que apuntaba al pecho de quien decía ser su novio. En los ojos de ella estaba concentrado un odio tan feroz que haría estremecerse a cualquiera. Excepto a este joven, que la contemplaba con una extraña mezcla de desconcierto y diversión.

Los hermanos Fairwood, que habían llegado primero, los contemplaban desde la entrada tiesos de ira y horror. La mano de Lau fue directamente a su cinturón de armas mientras que las manos de Evan estaban cerradas en un par de puños, tan fuertemente que se le marcaron los nudillos.

Alec e Isabelle, estupefactos, no podían dar crédito a sus ojos; su primera impresión de Vicky fue de alguien frágil, tranquila (demasiado tranquila), como si nada en el mundo pudiera hacerla salir de su paz interior. Era una cazadora de sombras igual que ellos, pero una que se había desplomado en plena batalla. No era como Laura y su hermano, a los que sí se les notaba que tenían carácter. Jace era el único que había cambiado de opinión, no sólo porque la había visto luchar, sino porque había quedado impresionado con su temple ante los Hermanos Silenciosos. Sin embargo, en ese momento daba igual lo que opinaban en el pasado: ahora la observaban sosteniendo una espada, más amenazante que nunca, sin que a nadie le dieran ganas de estar en el lugar de Dominic Ravenscar. Laura fue la primera en romper el silencio.

—¿Cómo tienes el descaro de decir que eres el novio de la persona que más te odia en el mundo? —le espetó, descosiendo el nudo que se le había formado en la garganta. Dominic la vio y le sonrió.

—Te equivocas —respondió tranquilamente, como si no lo estuvieran apuntando con un arma afilada—. La persona que más me odia en el mundo es su hermano.

—No te creas —le espetó Vicky aferrándose a la empuñadura. Le indicó la salida con el mentón. —Te abrieron la puerta. Puedes irte.

Dominic la ignoró completamente.

—Veo que los Fairwood están contigo y, además de Evan, hay otros dos chicos más. Seguro te acuestas con los tres, ¿no es cierto? Zorra.

Ella no dijo nada, ni siquiera se inmutó. Jace quiso golpearlo al instante, pero se detuvo en seco cuando notó unas marcas en su cuello que se mezclaban con sus oscuras runas. Cuando quiso darse cuenta, había llegado a su lado. Lo miró con culpa y cautela. Jace se sintió devastado.

—¿Qué le hiciste? —masculló clavándole sus ojos dorados al otro nefilim rubio, que en ese momento parecían dos llamas de fuego, desafiándolo a que diga en voz alta la monstruosidad que acababa de hacer.

—Tú qué crees. —Dominic le sonrió. Jace quiso borrarle la sonrisa de un puñetazo.

Dio un paso hacia él pero Vicky lo detuvo, agarrándolo del brazo primero con firmeza y luego con suavidad. Evan y Laura se fijaron el en cuello de su hermana con expresión dolida y luego en Dominic que las observaba con el orgullo de un artista.

—No es nada —Vicky intentó calmarlos con voz suave.

No lo consiguió. Les hervía la sangre.

—¿Ahora tienes guardaespaldas? —preguntó Dominic, actuando como si Vicky fuera la única persona en la sala—. No va a servirte de nada. Sabes que no me voy a ir a ninguna parte hasta que no me des lo que quiero.

—No lo vas a conseguir —se resistió ella.

—Ah, ¿no? —Lanzó una breve carcajada. —Yo no estaría tan seguro. Podríamos preguntarle a tu hermano, a ver qué opina.

—¡Julian preferiría morir antes de ver a su hermana con una porquería como tú! —le espetó Evan.

—Eso se puede arreglar —mencionó con esa sonrisa siniestra mientras que a Vicky se le paraba el corazón.

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora