30. La fiesta del Gran Brujo

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Julian estaba inmóvil. Se veía sereno, pero era fácil intuir que se trataba de la calma antes de la tempestad. El pánico paralizó a los hermanos Fairwood.

—No se despierta —repitió—. ¿Por qué no se despierta?

Ev tragó saliva.

—Jules...

Y ahí venía de nuevo, esa sensación de que todos sabían algo que él ignoraba. Ya no pudo soportarlo.

—¿POR QUÉ NO SE DESPIERTA?

Acto seguido, la familia de Vicky corrió a su habitación mientras Jace y su familia iban en busca de Hodge. Ev la tomó gentilmente en sus brazos y la llevó a la enfermería. Julian se limitó a seguirlos, caminando como si aún tuviera esos pesados grilletes encadenados a sus tobillos y muñecas. Recordó la sensación de esperanza cuando fue a la habitación de su hermana, seguro de que arreglarían las cosas.

Había ido a despertarla, llamándola suavemente para que no se sobresaltara. Luego, intentó subir su tono de voz al ver que seguía profunda. Cuando no funcionó, optó por sacudirla, pero Vicky no reaccionó. Entonces se percató de la palidez de su rostro y de la frialdad de su piel. Tratando de no caer en la desesperación, se dijo a sí mismo que su hermana estaba demasiado exhausta, así que la agitó con más fuerza mientras la llamaba, pero sus brazos cayeron pesados cuando Julian los soltó. Le dio un vuelco al corazón; su hermana parecía un cadáver. En seguida, posó sus dedos en su cuello, para sentir el latido de su corazón. Quería rogarle que despertara a los gritos, pero el pánico le cerró la garganta y paralizó sus piernas. Se quedó sentado frente a ella, observándola inmóvil. Luego se paró y fue caminando lentamente en busca de alguien que fuera más útil que él.

Ahora su hermana yacía en una de las duras camas de la enfermería, donde él mismo había estado hace un tiempo, pálida y quieta, mientras él sostenía sus manos y las acariciaba, impotente. Julian había llorado muchas veces en su vida: cuando su madre murió, la primera noche que pasó en casa de su tía, las incontables veces que se había rendido en la Ciudad Silenciosa, creyendo que iba a morir allí, sin volver a ver a su familia. Pero nunca había llorado en frente de nadie, no después de la noche de la muerte de su madre. Ni siquiera en frente de Evan, su parabatai, en quien confiaba plenamente. En especial no lloraba en frente de Vicky. Desde hace muchos años, su pequeña hermana había encontrado un apoyo en él. Él era el mayor. Era el pilar que sostenía su pequeña familia. Si mostraba debilidad, si se derrumbaba, su hermana también lo haría. Así que frente a ellos, su familia, se tragaba sus ganas de llorar y se mostraba fuerte, al mando. Ésta era una de esas veces; Laura y Evan se encontraban a sólo unos pasos de él. Ev se acercó y le apoyó una mano conciliadora en el hombro.

—Va a estar bien, Jules. Vicky es más fuerte de lo que crees.

—No entiendo cómo pueden estar tan tranquilos —lo ignoró con aspereza.

Entró Hodge con su usual serenidad. Se inclinó al lado de Julian y empezó a examinar a Vicky.

—¿Eres doctor o algo así? —lo interrogó Julian. Hodge aún era un extraño para él y no quería a un extraño poniéndole las manos encima a su hermana.

—Algo así —respondió Hodge, sin ofenderse. Estaba concentrado en Vicky, tocándole las muñecas, revisándole los párpados con una pequeña linterna. —¿Dio alguna señal de inestabilidad en batalla? —le preguntó a Laura.

—Bueno, en realidad sí. Fue cuando estábamos luchando contra los Moloch, ella...se paralizó por un momento y...y dijo que había visto a su madre. —Julian se giró hacia ella rápidamente. Lau continuó describiendo lo sucedido. —Pero fue por poco tiempo; volvió en sí al instante y se recuperó lo suficiente para seguir luchando y salvar a Jace, así que supuse que estaba bien.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2019 ⏰

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