26. Entre la espada y la pared

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—¡Vicky!

Vicky continuó su camino, escapando del infierno que dejaba detrás mientras el viento congelaba su rostro y provocaba que su cuerpo temblase aún más. Lau, a su lado, intentaba contenerla.

—Espera —dijo Jace, deteniéndose.

—Ahora no, Jace —se interpuso Laura con aspereza. Vicky, por su parte, no se volteó a verlo.

Jace se detuvo en seco; de todas las personas cercanas a Vicky, Laura era con quien mejor se llevaba, de hecho, era la única que le agradaba. Con Julian había tratado muy poco, y en esas escasas veces que interactuaron, el hermano de Vicky lo trataba con una especie de cordialidad bromista, pero siempre estudiándolo, fijándose hasta qué punto era de fiar. Y definitivamente no se llevaba bien con Evan. En cambio, la única vez que Lau se había mostrado apática fue cuando su parabatai peor estaba; lo que no podía significar nada bueno en ese momento.

Ahora rodeaba a su parabatai con un brazo y la llevaba por el camino de salida, mientras le susurraba palabras tranquilizadoras.

—Vamos Vics, tu misma lo dijiste: están dementes. El grandote lo disimula mejor, nada más.

—Sí, pero por más psicópatas que sean, ninguno de los dos tiene la imaginación ni la inteligencia suficientes como para inventar algo así.

Vicky dejó de caminar. Sentía que el aire le faltaba.

—¿Hay alguna posibilidad de que lo que dijo el lunático sea verdad? —preguntó Isabelle.

—No —respondió negando lentamente con la cabeza—. No es posible. Lo que él hace está muy lejos del amor. —Hizo una mueca de asco al pronunciar la última palabra. La sola idea de Dominic sintiendo algo por ella le daba nauseas. —Para amar a alguien debes tener sentimientos primero y él definitivamente no los tiene.

—¿Entonces qué fue eso? —exigió saber Jace. Vicky lo miró como si éste le hubiese hecho algo.

—¿Qué parte no fue lo suficientemente clara para ti? ¿La parte de que fueron a cazarme y a llevarme al infeliz como trofeo? ¿Que son asesinos, con más sed de sangre que cualquier demonio? ¿Que les da placer el sufrimiento y por eso torturan a quién se les cruce?

—La parte que no me parece coherente —contestó, conteniendo su impaciencia—, es que supuestamente los hayan mandado a cazarte por órdenes de ese maldito, pero al mismo tiempo tienen prohibido tocarte, por órdenes del mismo maldito. No tiene ningún sentido.

—¡Claro que no tiene sentido! ¡Nada que tenga que ver con ellos y con el infeliz va a tener sentido porque son...!

—Déjame terminar. Tampoco me pareció normal que en la guarida perfecta no nos hayamos cruzado con un mísero demonio.

—Pero mi sensor percibió presencia demoniaca —replicó Alec.

—Nosotras no vimos nada —dijo Isabelle.

—Y registramos todo —la secundó Lau.

—Debió escapar mientras discutíamos con los psicópatas —supuso Vicky.

—O ellos lo mataron antes de encontrarse contigo —imaginó Lau en voz alta.

—Bien. Me da igual el demonio. —Posó sus inquisitivos ojos en Victoria Darktail. —¿Cómo explicas lo que dijeron sobre mi padre?

Vicky sintió la culpa, como una daga clavándose en su corazón; Jace la odiaba por sus mentiras y la iba a odiar aún más si utilizaba en él los mismos métodos de protección que le aplicaba a su propio hermano, pero era un riesgo que debía correr. Se obligó a mirarlo a los ojos y a responder:

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora