4. Inquietante armonía

309 32 4
                                    


Se miraron el uno a la otra por unos segundos. El pulso de Vicky se aceleró aún más, pero luego se relajó. Ya no quería ir a ninguna parte.

—¿Estás bien? —preguntó Jace.

—Sí, estoy... estoy bien —respondió ella, aún algo aturdida, sin apartar la mirada de sus ojos dorados.

—Estás llorando —observó el muchacho rubio, secándole una lágrima de la mejilla con una caricia. Vicky se percató de que tenía el rostro mojado.

—No es nada —dijo ella apartándose un poco. Sin embargo, esbozó una pequeña sonrisa tímida. —Perdón si te desperté.

—No te preocupes, nunca estuve más despierto —respondió Jace, devolviéndole el gesto.

—Pero nosotros no —los interrumpió Alec. Estaba de brazos cruzados con una bata de dormir, indudablemente furioso. A su lado se encontraba Lau, que esbozaba una sonrisa pícara al tiempo que parecía guardar algo en el bolsillo de su bata. Alec fulminó con la mirada a Vicky y se volvió hacia Laura.

—Dijiste que nunca gritaba. Jamás —replicó parado en el umbral.

—¿Vas a quedarte ahí hasta que me vaya? —inquirió Jace burlón—. Creo que cumplí con mi toque de queda.

Alec no le respondió nada, se limitó a contemplarlo con censura. Acto seguido, se dio media vuelta y desapareció por los pasillos del Instituto mascullando algo por lo bajo. Jace lanzó una pequeña carcajada, como si estuviera acostumbrado a exasperar a su parabatai. Luego se volvió hacia Vicky.

—¿Estás segura de que estarás bien?

Vicky asintió, empezando a recuperar su compostura.

—Sí, puedo cuidarme sola —replicó, intentando no sonar desagradecida.

—De acuerdo. —Jace se encogió de hombros. —Si cambias de opinión y necesitas algo bello para contemplar que evite tus pesadillas, mi habitación está a la vuelta.

Las mejillas de Vicky se tornaron de un color rosado.

—Lo tendré en cuenta —repuso por lo bajo.

Jace se esbozó una media sonrisa y luego se retiró, como si saliera de su propia habitación. Después de verlo marchar, Lau entró al cuarto de su parabatai y cerró la puerta detrás de ella. Se sentó dónde estaba Jace, en frente de Vicky.

—¿Qué fue eso? —inquirió en murmullos. Sus ojos brillaban de emoción.

—No fue nada —le respondió encogiéndose de hombros—. Me escuchó gritar y vino a ver si estaba bien.

—Claro, estaba casualmente caminando a las tres de la mañana justo al lado de tu cuarto sólo para saber si estabas bien.

—Tal vez sólo quería caminar porque tenía insomnio y entró cuando me escuchó gritar —especuló dando tirones en su sábana—. No pienses cualquier cosa.

—También puedo ignorar el hecho de que te invitó a su habitación.

—¡Él no me...! —Sus mejillas ardían y Lau se regocijaba entre risas. —¡Lau!

Lau dejó de reírse cuando la examinó más de cerca. Cambio su sonrisa de satisfacción por una mirada afligida.

—Estuviste llorando, ¿no? ¿Por qué gritaste?

—Estoy bien —le aseguró—. No sé por qué grité, no me acuerdo de haber soñado nada.

Lau se acomodó en la cama de su parabatai, llevándose las rodillas al pecho.

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora