3. El Instituto

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Vicky observó perpleja el lugar y como bien Laura le había dicho a Hodge, estaba totalmente confundida. Era tan grande, tan luminoso y, sobre todo... tan extraño. Luego se percató de que estaba acostada y se sentó. Miró a su alrededor: la rodeaban unas cuantas camas y cuando se fijó en la que se encontraba a su lado, vio a su parabatai con un libro en las manos, como de costumbre. Lau la estaba mirando fijamente con una expresión de sorpresa. Dejó el libro a un costado, le sonrió como el gato sonriente de Alicia en el País de las Maravillas y después...después salió corriendo.

Vicky la siguió con la mirada y frunció el ceño. No sabía que pensar sobre la reacción de Lau. <<¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy? Seguramente estoy soñando>>, pensó. Siempre quiso saber si el mito de que si te pellizcabas en un sueño despertarías, era real. Nunca lo había intentado y como no tenía nada que perder, eso fue lo que hizo. No, no era un sueño. Claro que no era un sueño. Ella no tenía esa clase de sueños.

Unos segundos después de que Lau saliera disparada hacia la puerta, se escuchó un "¡Se despertó!" desde lejos y luego su parabatai volvió de la misma forma de la que se fue y la abrazó.

—¡Vics! —exclamó mientras la apretujaba.

—¿Lau? ¿Qué...?

Se interrumpió cuando entraron más personas a la habitación. Evan iba al frente y cuando su hermana la soltó, corrió a estrujarla.

—¡Vicky!

—¡Ev! —dijo ella mientras le devolvía el abrazo. Quería que alguien le explicara por qué estaban todos tan felices. Se soltó y miró detrás de él.

Sus ojos vieron a una chica alta con pelo negro, que parecía haber salido de una revista de modelos: esbelta y hermosa. A su lado se encontraba un muchacho aún más alto con un gran parecido a ella, excepto por esos ojos de un azul oscuro, como los del mar al atardecer. Por último, su mirada se detuvo en otros ojos que parecían dos monedas de oro, pertenecientes a un rostro que le resultaba levemente conocido. Luego una imagen vino a su mente como un relámpago: era el rostro del nefilim que había visto en el Club Pandemonium hace unos días. Podía recordar cómo desaparecía el demonio que Laura había acuchillado, cuando sintió que alguien la observaba y alzó la vista. Ahí estaba el chico rubio con esa mirada dorada que la hizo estremecerse y sentir un cosquilleo adentro suyo. Pero sólo duró unos segundos hasta que él apartó la mirada y ella casi se chocó contra una pared. <<Vics, si no me equivoco, no tomamos nada antes de venir. ¿Estás bien?>>, le había preguntado Evan. Vics se volvió hacia él y después hacia su izquierda pero ya no había nadie. <<Estoy bien>>, respondió y siguieron su camino.

—Soy Jace, Jace Wayland —se presentó con una arrogante media sonrisa—. Ellos son Isabelle y Alec Lightwood.

La muchacha supuso que ella también debía introducirse. Se aclaró la garganta.

—Hola, soy...

—Ya sabemos tu nombre, Bella Durmiente —le cortó Alec secamente.

—Está bien —respondió algo desconcertada.

Sentía una extraña pesadez en su cabeza. Resistió la tentación de volver a acostarse se giró hacia las personas que le resultaban conocidas, Laura y Evan, en busca de más información.

—Estamos en el Instituto de Nueva York —explicó Evan.

—De acuerdo...

—En la enfermería del Instituto para ser exactos.

Vicky frunció el entrecejo.

—¿En la enfermería? ¿Por qué? —intentó levantarse de la cama y sintió un tirón en todo el cuerpo. Reprimió un quejido de dolor con una mueca.

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora