27. Confesiones

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N/A: Hola!! Lo sé, sé que juré por mi vida que este capítulo iba a ser hiper corto, pero como siempre se me fue de las manos y agregué un montón de cosas jejeje Era tanto que tuve que cortarlo y parte de éste lo verán en el siguiente. Así que la buena noticia es que este capítulo va a ser corto en comparación a los otros y lo que es aún mejor: más de la mitad del siguiente ya está escrito, por lo cual tardaré muchísimo menos en publicar! *crucemos los dedos*

En fin, lean y disfruten ;)

***

Se detuvo en seco a mitad de camino; Evan muy probablemente estaría con Julian. Apoyó su espalda contra la pared y se masajeó las sienes, forzándose a pensar y a calmarse. Optó por mandarle un mensaje de texto: <<Ev, ven al vestíbulo. Es urgente. No le digas a Jules>>.

Minutos más tarde Ev la encontró caminando de un lado al otro como un torbellino, murmurando la frase <<No puede ser>>. Vicky frenó de repente cuando lo vio.

—¿Cuál es la emergencia? —le preguntó Ev—. Estaba con Julian, Alec y Jace, no sabía que excusa meter para...—se percató de la papel arrugado que sostenía Vicky en su mano.

Sin responder, se lo pasó para que lo leyera. Con una mirada inquisitiva, éste lo desdobló y le echó un vistazo. Su temor se esfumó cuando vio quien era la remitente.

—Vicky, no deberías perder tu...

—Lee.

Ev obedeció. Su sonrisa burlona se desvaneció hasta que el pánico quedó pintado en cada poro de su rostro, dejándolo blanco como el papel que sostenía.

—Por favor, dime que el Día de los Inocentes se adelantó y esta es una broma de muy mal gusto.

—Yo esperaba que me dijeras eso. —El pavor de la muchacha se duplicó. —Ev, sé que Jules es tu parabatai y que por lo tanto eres su confidente, pero necesito que me digas si hay alguna posibilidad de que lo que está en ese mensaje sea verdad.

Ev se mantuvo callado mientras hacía memoria, meses y meses atrás.

—Ev...—se impacientó Vicky.

Ev cerró los ojos, de forma tal que lo haría alguien que estuviese reviviendo un momento caótico en su vida.

—Hay una mínima posibilidad, pero la hay.

—¡¿Cómo que la hay?!

Ev abrió los ojos, mirando a Vicky con cierto temor.

—Está bien. Voy a contarte, siempre y cuando respires hondo, me dejes hablar y te calmes.

—¡Está bien! —gimió Vicky—. ¡Ya dime, por favor!

—De acuerdo. Siéntate —le pidió con voz serena.

Vicky obedeció, al borde del llanto.

Fue en la época cuando el infeliz se instaló en nuestra casa, por órdenes de su padre y Julian salía todas las noches porque no soportaba su presencia. Como estaba raro y no me contaba una palabra sobre sus noches de fuga, en una de ellas lo seguí a un bar. Lamentablemente, ya estaba ebrio cuando lo alcancé. Intenté sacarle información, pero sólo decía incoherencias. En fin, le dije que íbamos a volver a casa, pero como no podía caminar lo dejé sentado mientras llamaba a un taxi. Cuando llegó y volví a buscarlo se había desvanecido como un fantasma. Lo llamaba y no atendía. No quería volver a casa sin él, así que lo busqué. Le pregunté al barman si lo había visto y, como cosa rara, me dijo que se había ido con una chica. Creí que no tenía de qué preocuparme, hasta que me dijo cómo era esa chica: tenía las descripciones físicas de Agustina. Como no podía saber a dónde fueron, le mandé un mensaje diciendo que lo esperaría en la cafetería de en frente. Apareció dos horas después, un poco más lúcido y me contó. Vicky...—Tragó saliva. —Ellos...

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora