Los Hijos del Círculo

11. La condena

—¿Eso es todo? —preguntó Isabelle indignada—. ¿Se lo llevaron así como así?

—¿Qué esperabas? ¿Un final feliz? Sí, eso es todo —respondió sin energía alguna—. Es el Inquisidor, es su palabra contra la nuestra.

—Que desgraciado —maldijo Jace—. Ese hombre no sólo no merece ser Inquisidor, no merece ser cazador de sombras.

—Por fin estamos de acuerdo en algo —soltó Evan—. Maldito cobarde.

—¡Es que no es justo! —protestó Isabelle.

—Claro que no es justo —concordó Vicky—. Pero parece que eso a nadie de la Clave le importa.

—¿O sea que te acosa hace ocho meses? —preguntó Alec, con cautela.

Incluso él había bajado su postura de ataque constante. Vicky no lo miró.

—Digamos que sí.

—¡¿Cómo "digamos que sí"?! —inquirió Evan en tono de reproche—. Sí, hace ocho malditos meses que recibimos visitas de esa cosa.

—Fue en ese período —explicó Vicky y le echó una mirada a Ev para que se calmara—. Pero hubo intervalos de tiempo donde nos dejaba en paz.

Lau estaba tan serena como su hermano.

—Sí, porque paseamos por todo el continente para que eso no sucediera, pero al parecer, el infeliz siempre descubre una forma de encontrarnos.

Evan y Laura no solían llamarla <<Victoria>> a menos que se tratara de un asunto muy grave. Ella se encogió de hombros.

—Debió tomar algo tuyo cuando se quedó en su casa —dedujo Jace con aire sombrío.

Vicky asintió con tristeza.

—Mi madre me había regalado un anillo cuando era niña. Lo usé hasta que ya no me cupo en el dedo; entonces lo coloqué en una cadena de oro y lo usé como dije, para llevarlo siempre conmigo. Una noche me lo saqué para dormir, y al día siguiente ya no estaba. Me sentí terrible por haberlo perdido. —Su semblante volvió a endurecerse. —Ahora sé quién lo tiene.

—La buena noticia es que ahora saben por qué nos quedamos en un departamento minúsculo y horrendo en lugar de haber venido al Instituto desde el comienzo —comentó Evan.

Jace se había hecho esa pregunta, claro. Pero Vicky había dado a entender desde el primer día que no le gustaba que se metieran en sus asuntos. Jace pensó que saber la respuesta aliviaría su inquietud. No fue así.

—Es...es increíble —comentó Hodge—. ¿Y qué dice la Clave?

—Su padre es el Inquisidor. ¿De qué lado cree que está la Clave? —repuso Laura de mala gana.

—Cobardes —espetó Vicky—. Le tienen miedo a Ravenscar, no piensan hacer absolutamente nada.

—¿Por qué? —preguntó Alec—. Tu hermano fue testigo de un crimen que cometió su hijo, lo encerró para salvarle el pellejo. ¿Pero qué ganaría metiéndose con los demás?

Vicky lo miró como si hubiera dicho la mayor estupidez que se le podría haber ocurrido.

—No lo entienden, ¿verdad? Mi hermano es el ejemplo: el que enfrenta a Ravenscar, termina como él. Y mientras más miedo genera, más poder tiene sobre ellos.

—Es como un mafioso —concluyó Isabelle, fascinada y horrorizada al mismo tiempo.

—Y no les importa que alguien inocente pague por su culpa —añadió Laura con coraje—. Julian está preso porque ellos son unos cobardes.