capítulo#23: "¿Te quedó claro?"

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-¿Y tú qué haces aquí?

Rosse me reprendió con la mirada.

-Vino a verte y te trajo lasaña.

-¿Por qué? -solté apretando los dientes en un gruñido.

-Porque sé que es tu comida favorita y la enfermera dijo que necesitas comer -respondió impasible con las manos en los bolsillos del jean.

Resoplé y mentalmente golpeé a Dylan hasta destruir su perfecto rostro. De estar al tanto que su pequeña hermanita Skylar estuvo al borde de una anémia por culpa indirecta de aquel rubio de seguro Rosse lo hubiera hechado a patadas, pero como ese no era el caso le agradeció e invitó a cenar con nosotras.

(...)

Nunca me había reprimido tanto de golpear a alguien como en aquella cena. Dylan conversó educadamente con mi hermana y, al verme revolver la comida, me había reprendido como un padre y prácticamente me obligó a comer.

Me limité a lanzarle miradas asesinas ignorando las de mi hermana.

-¿Sabe? La enfermera dijo también que necesita algo de actividad al aire libre -oí al rubio mientras deboraba unas sobras-. ¿Te parece ir a caminar?

Levanté el rostro al percatarme de que me hablaba a mí -No.

-¿Por qué no? Llevas horas encerrada. Un poco de aire fresco te sentará excelente -me alentó mi hermana con aquella mirada de "vas porque tienes qué".

-Abrí la ventana en mi habitación. No necesito más aire -refunfuñé.

La mirada de Rosse se hizo más dura pero aún así me negué con rebeldía. Miré hacia el rubio, estaba igual de sereno pero en sus ojos estaba el brillo de un desafío. Bufé captando esa manera tan peculiar que teníamos de comunicarnos.

-¿Quiere caminar? Iremos a caminar. Maldito terco, odioso y oxigenado -mascullaba entre dientes mientras me ponía en pie y lo seguía hacia la puerta.

Al salir de casa los nervios me habían revolvido el estómago. No hablábamos desde aquella discusión y la idea de estar con él a solas de nuevo me ponía los nervios de punta. Sin embargo al vernos envueltos en un apasible silencio me relajé.

La noche era iluminada por los faroles del barrio. Hacía un clima agradable, algo fresco pero sin llegar a frío y las calles eran solo de nosotros. Lo observé de reojo, su masculino perfil estaba cortado por la poca iluminación; se mostraba impasible, absorto en sus pensamientos.

-No recuerdo bien qué pasó luego de que me desmayé -hablé de pronto rompiendo el silencio-. Pero tengo flashes, recuerdo haberte visto junto a mí en la camilla -el siguió mirando al frente pero supe que me oía-, sostenías mi mano y me llamabas muñeca -reí forzada-. Debió ser mi imaginación.

Hubo un segundo de silencio en el que me arrepentí de haber hablado. Dylan respiró hondo antes de clavar sus brillantes ojos de gato en mí.

-No fueron imaginaciones. Yo estaba ahí sosteniendo tu mano mientras mascullabas mi nombre.

El estómago me dio un tirón, la idea de que mi ensoñación había sido real me ponía entre horrorizada y encantada. Algo extraño y enfermizo de mi parte.

-Ah...-logré decir-. No sabía lo que decía.

-Prácticamente te desmayaste en mis brazos -recordó mirando a la nada antes de hablar firme y con la mirada seria- y todo por no comer y descansar bien. No vuelvas a hacerlo.

-Olvidé que eres doctor -bufé sarcástica-. Dame una razón para...

-Estaba muy preocupado por ti. Salí lo más pronto que pude de la academia y vine a verte.

La Vida Secreta de Skylar GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora