capítulo#32: "Ojos de gato en la oscuridad"

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-Vaya -comentó Erick- y pensaba que mi vida era extraña.

Sophie le dio un codazo en el costado aunque poco pareció dolerle. Erick le corrió un mechón y ella se ruborizó. Ellos habían regresado y yo pués...

Estaba más rota que mi relación.

-Si piensas que tu vida es extraña la mía es una locura -resoplé antes de apuntarlos-. Esto se queda aquí.

Ellos asintieron.

En realidad me daba igual que le contaran a todo el mundo, ya no importaba nada ¿de qué me había servido guardar tan bien mis secretos? Peor de lo que ya estaba no podía.

Quizá en el fondo estaba guardándole el secreto a Dylan; pero me autoconvencía de que lo estaba traicionando y que eso me hacía sentir bien.

-Volvemos luego, Samanta me dijo que no tarde -la rubia se puso de pie y dejó un tuperware en mi escritorio-. Te hice cup cakes.

Miré hacia el envase rosa que ahora estaba junto al jugo de naranja y los huevos revueltos con jamón, mi desayuno que en esos momentos me causaba nauseas el sólo imaginarlo atravesando mis labios. En la mesita de noche habían medicamentos desparramados y un vaso con agua que apenas tomé y los cuadernos de Sophie apilados junto al librero.

Me sentía muy enferma, había faltado a la escuela toda una semana y esa mañana no amanecí mejor.

Apoyé la cabeza contra la madera de la cama y suspiré.

¿A quién quería engañar? Él me había destrozado. Era curioso, lo arregló todo en mi vida al llegar y lo destruyó al marcharse, como si yo fuera una frágil casa de cartas.

Seguramente daba lástima. Ahí tiranda entre un revoltijo de sábanas, el cabello enredado y pegajoso con unas oscuras y marcadas ojeras decorando mi rostro.

Por reflejo llevé la mano a mi clavícula. Mis dedos se cerraron entorno a la "D" de plata y piedras celestes, se sentía fría y familiar, como si se tratara de un beso de muerte. Las lágrimas se deslizaron tibias por mis mejillas.

-¿Sky? ¿Va todo bien?.

Miré a Rosse, en algún momento había tocado la puerta de mi habitación y ahora estaba parada en el umbral.

Apreté el collar con fuerza.

-No -mascullé-. No estoy bien, es normal cuando te han destruido.

Se acercó a la cama; la preocupación plasmada en su rostro.

-Mañana viene la doctora Maddison a verte.

Trató de tomar mi mano, la hice a un lado con una mirada más que furiosa.

-¡No tiene por qué venir! ¡No estoy teniendo una recaída, Rosse! -bociferé. Un silencio se hizo, saqué el viejo periódico y lo puse entre ambas. Los ojos de Rosse parecieron salirse de sus órbitas y su piel se hizo pálida.

-¿De dónde lo sacaste?

Apreté los puños y dientes.

-Eso no tiene importancia -la miré con frialdad-. ¿Todo esto es verdad? ¿Nuestros padres fueron asesinados por la madre de Dylan Leblanc?

Bajó la mirada.

-Lo es....

Mis ojos se llenaron de lágrimas de rabia.

-¿¡Por qué nunca me lo dijiste?! -exigí saber-. Me has llevado a piscólogos, psiquiatras y médicos para superar mi trauma ¿¡Nunca se te pasó por la cabeza contarme la verdad para ayudarme?!

La Vida Secreta de Skylar GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora