8. Un día antes del día D.

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Depeche Mode - Enjoy the Silence  

Sara

El teléfono suena y lanzo mi mano hacia el origen del sonido. Antes de tocar el móvil pego con la mano en algún tipo de superficie dura y un alarido sale de mi boca, ayudándome a darme cuenta de que la resaca que tengo ahora mismo es del tamaño de un elefante.

Finalmente consigo coger el teléfono y descuelgo sin abrir los ojos, intentando moverme lo mínimo y deseando que no sea nada importante que perturbe mi sueño:

- ¿Sí?

- ¿Sara? – escucho la voz de Andrea.

- Ese es mi nombre.

- ¿Y si me vienes a buscar? Acabo de despertarme en casa de Abril y no me siento con fuerzas de levantarme del sofá.

- Vaya, qué coincidencia... Yo estoy exactamente igual; solo que estoy en cama.

- ¿En casa de Abril?

- Exactamente.

- Vaya – remite con un soniquete risueño-. ¿Bajas tú o subo yo?

- Si me aprecias, sube. Si no... ya nos veremos – le digo riendo.

- Vale, voy ahora pero... no me pidas que vaya rápido, ¿vale? Tan solo intentaré llegar. Y si no llego... nada de flores en mi entierro.

Cuelgo el teléfono y me estiro en cama. Estoy en la habitación de invitados, donde ya me he quedado a dormir alguna que otra noche. La cama sigue cubierta con el mismo edredón rosa y acolchado que tanto me gusta.

Sigo con la ropa de ayer aunque bastante más arrugada y todavía tengo un vaso lleno en la mesilla de noche. Cojo uno de los cojines que tengo por el suelo y lo acomodo contra el cabecero de forma que pueda recostarme en él.

Andrea no tarda mucho en llegar: su pelo revuelto y su sonrisa – también despeinada – me saludan desde la puerta como si estuviese esperando a que le de paso.

- ¿Hace falta que lo diga? Entra, anda.

Camina despacio desde la entrada hasta los pies de la cama y se deja caer, desplomándose sobre la cama y haciendo que los pocos cojines que quedan sobre la cama salgan volando.

Sus manos caen a la altura de mis rodillas y las coge con sus manos para impulsarse y subir por la cama. No puedo evitar morirme de la risa cuando lo tengo de frente y veo en su mirada un cartel luminoso en el que pone LUCHANDO POR VIVIR.

- Creo que estás peor que yo – le digo.

- Creo que bebí más que tú – sentencia.

- Creo que tienes más espacio para meterlo.

Aprovecho esta frase para darle un par de palmadas sobre la barriga y me doy cuenta que donde antes había una barriga como cualquier otra, ahora hay una serie de abdominales marcados que me cogen por sorpresa, algo que sin duda mi amigo nota.

- ¿Qué? Sorprendida, eh.

- ¿Cómo? ¿Por qué lo dices?

- Porque estoy buenísimo, ¿a que sí? Puede leerte la mente a través de los ojos – dice mientras me mira fijamente con el ceño fruncido.

- Siempre has estado buenísimo – le contesto, diciendo algo que por supuesto no se espera.

- ¡Vaya! Ganaste, no lo puedo negar.

Ropa por romper: TORMENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora