28. Sustos inesperados

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Bad day - Daniel Powter

- ¿Piensas salir de debajo de las sábanas algún día?

Hoy ha sido Clara la encargada de venir a rescatarme de aquí abajo. Se lo agradezco a todas y a cada una de las personas que se han pasado por mi casa, pero hasta que a mí no me apetezca no voy a tener una vida social común.

- No lo sé – le respondo encogiéndome sobre mí misma.

La primera en preguntarme fue, obviamente, Leila. La pobre me aguantó durante un día entero llorando y hablando de cosas totalmente inconexas. El primero en venir a visitarme a casa fue Andrea. No me dijo nada, pero que viva en la misma casa que Luca me hace pensar que quizás los vio juntos o simplemente leyó algo sospechoso en su móvil. Después vino Abril, probablemente instigada por Leila o por Andrea. Marcos no ha venido, pero me llamó ayer. Y hoy está aquí Clara.

Consigue levantarme de la cama y sacarme hasta el salón en el que nos pasamos toda la mañana viendo capítulos de The big bang theory. Le agradezco enormemente haberme regalado esa gran dosis de alegría, pero cuando se va por la puerta me vuelve a invadir la tristeza.

Mis padres ni siquiera me han dicho nada por llevar días comiendo a duras penas y habitando única y exclusivamente en mi cama. Tampoco me han dicho nada por pasar horas enteras en la ducha, aunque me apuesto lo que sea a que no saben que lo hago para llorar sin que nadie me escuche.

No he vuelto a hablar con Luca. Tampoco lo veo necesario. Yo estoy destrozada, sí, ¿y? Hablar con él no iba a ayudarme y no quiero que se vea influenciado por mi estado. Está conociendo a alguien.

Está conociendo a alguien es el mantra que me repito todas y cada una de mis mañanas. Creo que si me hago el suficiente daño yo sola, terminaré por dejar de sentirlo y entonces empezaré a respirar de nuevo.

Como respuesta siempre aparece una pequeña parte de mí preguntándome desde cuando soy tan aburrida, tan penosa y tan gilipollas. Pero vaya, que esta cada día viene menos, debe de haberse dado cuenta de que apenas influye en mí su opinión.

De cualquier forma hay algo que no termina de dejarme descansar y, por muy extraño que parece, no lleva el sello de Luca. Llevo casi una semana dándole vueltas a un tema que oscila entre lo imposible y lo improbable y que implica una sensación de terror descomunal. Tanto me aterra que no he sido capaz de enfrentarme a mis propios problemas. Hasta hoy.

Andrea aparece por mi casa tan rápido que no me da tiempo a prepararme un discurso lo suficientemente bueno como para no asustarme a mí misma de la gravedad del asunto.

- Me has preocupado no sabes cuánto – me dice mientras pasa su brazo alrededor de mi cuello para abrazarme -. ¿Qué pasó?

Me tiembla el labio superior antes de empezar a hablar. Las palabras se tambalean en mi lengua, saltan de un sitio a otro con miedo a salir por mi boca. ¿Para qué negarlo? Estoy muerta de miedo.

- Sara – insiste cogiéndome la mano entre las suyas.

Aprovechando que me está agarrando, tiro despacio de él y me aseguro de cerrar la puerta de la habitación antes de sentarme en la cama. Me siento, cruzo las piernas como los indios y hundo la cara entre las manos.

- Andrea... - me quedo en silencio esperando a que me diga algo, pero no lo hace -. No me ha bajado la regla.

Andrea se queda en silencio. Yo también. En la habitación resuenan nuestras respiraciones descoordinadas luchando por romper la barrera que nos separa.

Ropa por romper: TORMENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora