22. No contigo ni sin ti

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The Chainsmokers - New York City

Sara

Las diez de la mañana tardan, en mi opinión, demasiado en llegar. A las seis y media de la madrugada me di cuenta de que hoy no iba a ser el día en el que iba a conciliar el sueño, así que me levante y ordené toda mi ropa.

A las ocho estaba en la ducha. Fue el único momento en el que me sentí un poco tranquila. Como siempre, el agua caliente es buena solución. Eran las nueve cuando acabé de desayunar y comprobé si, por algún tipo de suerte del destino, alguna de las niñas estaba despierta y preparada para ir ya al gimnasio: pero lo cierto es que no.

Aprovecho pues para ir a correr un rato intentando no alejarme mucho del gimnasio para poder estar allí a las diez en punto.

Madre mía. He llegado hasta tal punto que todo lo que me rodea me recuerda a Luca. Hasta esto.

- La verdad es que era más divertido observar como eras incapaz de correr como hacen las personas normales Tu respiración sonaba graciosa.

En aquel momento no sabía ni sospechaba quién era Luca y todo lo que iba a hacer con mi vida. El susto de tenerlo pegado a mis espaldas ni siquiera me había permitido ver lo guapo que era, lo cuadrada que era su mandíbula o lo grises que eran sus ojos.

- Si quieres yo te puedo enseñar. Aunque habría que pulir muchos aspectos.

- ¿Perdona?

- No controlas tu respiración; no corres, si no que vas dando saltitos; pisas de una forma incorrecta y...

No le faltaba razón. Corría fatal. Mi fondo físico brillaba por su ausencia y lo cierto es que daba pena; pero yo jamás se lo habría dicho a nadie. Quizás, aunque no lo creo, si él no me hubiese hablado ese día, jamás hubiésemos llegado a esta situación.

- ¿Y? ¿Algo más?

- Sí. Tienes un acento que me pone las tripas del revés.

- ¿Aquí sois todos gilipollas o eres tú el caso especial?

- Pues ambas. Son todos bastante gilipollas, pero yo lo soy en especial.

En esta parte tampoco le faltaba razón. Aunque el paso de los meses me ayudó a ver que detrás de ese gilipollas integral lo que había era un corazón maltratado que de verdad ha luchado por cambiar y del que yo, por imbécil, no he podido estar a la altura.

Cuando caigo de mi nube me doy cuenta de que estoy agotada. Me encuentro en la entrada del gimnasio apoyando las manos sobre las rodillas intentando recuperar el aliento. Mi pecho se hincha y se deshincha a toda velocidad metiendo el aire cada día más frío de las mañanas en los pulmones.

- Sara, ¿no podías tener tu culo quieto?

Alzo la vista y me encuentro a Abril enfrente de mí con un gesto contrariado. Las bolsas de sus ojos cada vez están más marcadas y ha adelgazado bastante, pero, ¿qué decir? lo cierto es que no me extraña.

- Nena, ¿qué coño te pasa? – me pregunta seria.

- ¿A mí por qué?

Me llevo por instinto las manos a la cara y descubro que, en algún momento desde que salí de casa hasta ahora he empezado a llorar y por algún motivo no me he dado cuenta. Vaya puta mierda de manía más tonta se me ha pegado.

- ¿Qué está pasando?

- Nada, mujer, nada. Estoy con la regla.

Me limpio los ojos y las mejillas y agradezco estar yendo hacia el gimnasio por aquello de que no me he maquillado por la mañana.

Ropa por romper: TORMENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora