Eternity memory of lightwaves
El bofetón que yo siento debe ser enano en comparación con el que lleva sintiendo desde hace ya bastante tiempo Andrea. Mi Andrea
Después de decirme eso último empezó a sollozar y, hundiendo la cara entre sus grandes manos, me pidió que entrásemos en casa.
Llueve, llueve sin parar. Creo que también llueve por dentro de todos un poquito. Mi móvil no deja de vibrar en el bolsillo y Andrea sube a mi habitación sin levantar su mirada del suelo.
Mis padres no están en casa. Miro en el salón, en la cocina y también en su habitación en donde me encuentro una nota: Atiende al móvil. Mientras subo los escalones desbloqueo el móvil y veo que tengo mensajes de mi madre, de Luca, de Marcos, de Lei y de un par de números desconocidos. El primero que abro es el de mi madre. Nos hemos tenido que ir pitando. Ha muerto uno de los coordinadores de relaciones externas, cogemos el primer vuelo que salga a China. Si necesitas algo llama, si no cogemos estamos en el avión. Besos.
Suspiro. Ha sido un pequeño golpe de suerte en el medio de todo el caos. Antes de abrir la puerta de mi habitación le echo un ojo al mensaje de Leila en el que me dice que está en casa de Abril. Leila, ¿te importa dormir ahí hoy? Andrea está en casa. No todo marcha bien. Mañana os llamo y hablamos. Os quiero.
Suspiro de nuevo. Entro en mi habitación y Andrea ya me está esperando. Ya no escucho ningún sollozo, solo su respiración luchando por calmarse. Está mirando a través del cristal de la ventana. Las gotas de lluvia impactan de forma agresiva, rebotando, causando un sonido que se cuela en mis oídos de forma desagradable.
— ¿Quieres un pijama? — niega con la cabeza — ¿Te importa si me cambio aquí? — vuelve a negar —. ¿Cómo estás? — me atrevo a preguntar.
Andrea se encoge de hombros y me hace señas con la mano para que me siente con él. En realidad no está sentado, sino que está apoyado en la repisa que hay debajo de la ventana. Cuando llego a su altura intercambiamos una mirada y ápidamente vuelve a mirar hacia fuera.
— ¿Desde cuándo lo... sospechabas?
— No lo sé. Quizás desde siempre. ¿Cuándo miras a tus padres sabes que en verdad lo son, verdad? — asiento dudando —. Creo que yo no. Siempre me han tratado con mucho más cuidado que a Luca. Como si fuese más frágil. Siempre he advertido que había un velo extraño entre ellos y yo.
— Pero Andrea, piénsalo bien. Ellos... sea cómo sea, son tus padres. Siempre lo han sido.
— Y lo agradezco. No, de verdad, soy consciente de que esto no cambia nada. Pero qué mierda, ¿por qué me han tenido que engañar? Siempre he sido una persona madura. Con mis más y mis menos. Nunca he tenido problema en hablar de las cosas y, qué coño. Me merecía saberlo.
— Tienes razón, Andrea.
— No quiero que me des la razón. Yo... ¿puedo pedirte algo un poco egoísta?
— Claro.
— Para hacer terapia necesito a alguien que la haga conmigo.
— ¿Y bien?
— Necesito sentirte expuesta — alzo una ceja —. Expuesta, sí. Sé que estás rota por dentro. Como yo, quizás más. Necesito sentirte igual de vulnerable que yo. Necesito...
— ¿Saber que estoy hecha una mierda? — le pregunto riendo —. Eso ya lo sabes de sobra, ¿no?
— Háblame.
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Ropa por romper: TORMENTA
RomanceCuando Sara recuerda todo lo ocurrido en los últimos seis meses decide cortar por lo sano y volver al sitio que más feliz - o menos triste - le ha hecho sentir nunca: Italia. Reencontrarse con sus amigos le devuelve un poco de la magia de la vida qu...