Keylan disidió ir a explorar los alrededores para acostumbrarse un poco ya que no estaba acostumbrado a la vida en el campo. Se vistió nuevamente con unos short ajustados; resaltando más sus nalgas, una camisa de tirantes negra que dejaba mucho a la imaginación y unos converse blancos.
Bajó las escaleras con una sonrisa dando saltitos; como un niño pequeño al que le van a a obsequiar algo. Abrió la gran puerta llamando la atención inmediata de todos los peones ya que los críos estaban haciendo la comida. Muchos se lamieron los labios, recorriéndole el cuerpo con la mirada.
Keylan sin inmutarse a las miradas que le lanzaban se dirigió a las caballerizas, amaba a los caballos, en especial a los blancos. De chiquito siempre había soñado con subirse a uno de verdad. No a esas maquinas que solo duraban 5 minutos y ya. Nunca había visto montado uno, su madre murió cuando le dio a luz, sus familiares se distanciaron de ellos y su padre... bueno él nunca le prestó mucha atención que digamos. Pero Keylan siempre decía que estaba ocupado para darle una vida mejor. Cuanta inocencia ¿no? Keylan siempre era muy positivo, amistoso, divertido, tímido, miedoso, lindo, dulce, inocente... Es es tipo de chico que cualquiera querría corromper.
Pero Keylan no sabia ni siquiera que sexualidad le gustaba (mujer o hombre) , aunque cuando era niño le había llegado a gustar —aunque ni siquiera sabia que era gustar— un primo lejano de él. Cristian Ramírez. Azabache con toques azulinos, ojos verdes, cuerpo atlético para ser un niño, con bíceps ya notados, aunque Keylan era más inocente porque ni siquiera sabia lo que era un beso, hasta que su primo le dio uno; haciéndole creer a Keylan que era una demostración de lo que era un beso con lengua, de esos que dejan sin aliento. Lo había engañado, porque su primo no le quería enseñar una demostración, sus verdaderas intenciones era robarle su primer beso, pero Cristian lo disfrutó, disfrutó ser el primer beso de Keylan. Cristina aunque era un niño había experimentado muchas cosas, algunas las veía en la tv, o en el celular de su mamá.
En fin, nunca lo volvió a ver, ni siquiera a saber de él, pero Keylan ya había olvidado todo respecto a él, a él no en lo físico si no en todo lo que vivió con él. Incluyendo el beso, escuchó unos pasos rápidos, seguido de una presencia potente a su lado.
Era él. Dereck Hass. Estaba vestido igual solo que se había quitado la camisa, dejando a la vista sus pectorales bronceados y Keylan no pudo evitar admirarlos.
—Hola Keyla, ¿vas a usar uno? —preguntó apuntando con la cabeza a los caballos.
—N-No, solo quería ver... —negó, viendo a los caballos.
No habían blancos.
—Deberías elegir uno, tu padre tiene uno para él solo —comentó viéndolo de reojo.
—Es que... N-No se... Montar... —confeso dando un suspiró.
En eso a Dereck se le ocurrió una idea, una idea para estar más cerca de Keylan y poder tocarlo.
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Deseo y Posesividad
Teen FictionEl joven Keylan Elizondo llega al rancho millonario de su familia, atrayendo las miradas al instante de los peones, ¿y quien no? Keylan tenía un cuerpo de infarto, pero no como el de un hombre, si no como el de una mujer, ese culo grande y bien par...