Cristian y Keylan caminaban juntos por el pueblo. Solos. Cristian se había llevado a Keylan con la intención de que lo recordara, no el beso; si no a él. Solo quería que lo recordara a él, con eso le bastaba, solo por ahora claro.
—¿Me va a decir quién es? —preguntó, viendo a través de las ventas de las tiendas las cosas, objetos, ropa y demás.
—Te lo diré si me dejas de tratar de usted, ¿cuántos años crees que tengo? —no le gustaba que le tratarán de usted, le hacía sentir viejo y, obviamente con la apariencia que tenía no lo era.
—No lo se... —lo miró de arriba y abajo, intentando descubrir los años que tenía—, ¿veinte?
—Veinticinco. Tu tienes Diecisiete —sonrío y río, mostrando su dentadura blanca.
Keylan abrió sus ojos de golpe y paro en seco. Miro al hombre desconocido.
—¿Q-Quién eres tú? —preguntó firme pero sin perder su timidez.
—Cristian, Cristian Ramírez, ¿me recuerdas ahora? —resoplo, no era posible que su primo favorito y su primer amorío lo olvidara. Eso sin duda paro en su orgullo.
Si, Cristian desde pequeño era orgulloso, ególatra y un presumido al tope. Pero con Keylan nunca lo demostraba, nunca había sacado esa faceta fastidiosa. Con Keylan sacaba la faceta cariñosa, dulce, tierna, todo lo dulce que te puedas imaginar. Porque a Keylan para él se le trataba con delicadeza. Como una verdadera joya de museo.
Keylan saco su caja de recuerdos en su mente y divago en ellos, buscando entre ellos hasta que recordó. Cristian Ramírez era su primo lejano. Recordó que lo había conocido en su niñez y luego se fue a New York. Pero lamentablemente para Cristian no recordó el beso.
—Cristian... ¿Cristian? —no se lo podía creer.
—Si, si, soy yo Cris- —fue interrumpido por el imprevisto abrazo de Keylan.
Sus brazos débiles lo rodeaban con fuerza —la poca que tenía— desde su cuello, parándose de puntas ya que en verdad Cristina se había estirado un montón. Cristian los pocos segundos correspondió su abrazo, rodeándolo con sus brazos formados en la estrecha y pequeña cintura de Keylan. Cristian levanto a Keylan unos pocos centímetros del suelo. Keylan sonrío, escondiendo su cabecita en el cuello de Cristian. Cristian cerró sus ojos, disfrutando del momento maravilloso, imaginándose a Keylan como su novio, su primer año de novios... Solo eran sueños, pero los sueños se hacen realidad. Esperaba que ese se hiciera realidad.
Lo que no se imaginaban era que un hombre de ojos verdes fríos y penetrantes los observaba, hechando chispas de furia y enojo. Dereck, debería ser a él quien lo abrase no a ese idiota engreído. Frunció notablemente molesto al ver a Keylan sonreír y reír. Esa sonrisa debería ser para él, ese cuerpo deberá ser para él. Para nadie más.
Vio como se separaron ambos sonrientes y empezaron a caminar, los siguió. Hasta donde había escuchado —de los críos y los peones de la mansión— era un primo lejano de Keylan. Pero entonces ¿porqué Keylan fingió que no lo conocía? Tal vez tuvieron un fuerte problema en su niñez o algo parecido, pero Dereck obviamente descartó esa idea ya que Keylan no era un busca problemas o algo por e estilo. Los vio dirigirse al bosque del pueblo.
Era un bosque bonito y muy llamativo por sus árboles frondosos y fuertes, además de verdosos. Dereck cuando era niño siempre iba con su papá ahí, pero eso fue en la niñez ya que lo perdió cuando tenía quince años. Desde entonces dejo de estudiar, siempre había querido tener su propia empresa de ventas. Pero esos eran sueños. Solo simples sueños...
Vio como Cristian y Keylan hablaban amistosamente, le molestaba solo ver como otro le hacía reír y sonreír. Casi fue a golpear al idiota ese al ver como caminado todavía agarraba a Keylan de la cintura, juntándolo a él. ¿Quién se creía ese para poder tocar algo que ya tenía dueño?
Vio como ese estupido le levantó la camisa de tirantes que tenía, tocando su delicada y suave piel de bebe. Estaba contencioso demasiado pero su cordura se estaba acabando al ver como la levanto más, dejando casi su espalda blanquecina descubierta. Keylan estaba vestido con unos short deportivos, unos tenis Nike y una camisa de tirantes de color gris, todo pegado al cuerpo y el short le quedaba rabón.
Lo sorpréndete es que no tenía ni un solo pósito ni celulitis, todo liso y de hecho desde la distancia en que lo veía, se el veía muy suave. Una mano pálida le tapo donde estaba viendo. Tenía que separarlos, ese idiota estaba tocando de más. Aunque él no tenía derecho de decir nada ya que lo había azotado pero había una razón. Keylan era suyo. De alguna manera ese tipo tenía que comprenderlo.
Debía apresurarse al segundo paso con Keylan. Su virginidad, tendría que quitársela cuando tuviera la oportunidad. Dereck se masturbaba en las noches viendo el cuerpo de Keylan casi desnudó cubierto por una braga de encaje, pero era para controlarse; no se le iba a tirar encima y violarlo, no.
Sería fácil quitarle la virginidad, pero al momento de hacerlo sabia que debía ser delicado ya que él era tan pequeño y estrecho mientras que él era grande y fuerte, por lo tanto... no es que fuera vanidoso pero con los que ha follado le han dicho que su amigo es muy grande y que les encantaba. Pero Keylan no era ninguno de ellos. Keylan era diferente, muy diferente y distinto. Puro y casto. Sin ninguna pizca de malicia en su corazón, sin ningún sucio pensamiento en su mente. Nada que pudiera quitar esa inocencia que tenía para que se le pusiera dura en unos minutos.
Dereck vio como el idiota se mordía el labio inferior al ver las nalgas de Keylan; este se había agachado a abrocharse el tenis. Eso hizo que a ambos —Dereck y Cristian— hombres se les levantara y se endureciera al instante. ¿Qué clase de poder o hechizo tenía ese adolescente lindo para que se les pusiera así en unos cuantos segundos?
Dereck se sorprendió al ver como al mismo tiempo él y ese idiota se ponían su mano sobre su pene. Apretándoselo y conteniéndose para no tomarlo ahí mismo. Los dos lo deseaban al máximo. Pero solo uno ganaría y se quedaría con Keylan. Para siempre.
Para toda la vida. Solo uno.
Continuará...
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Deseo y Posesividad
Novela JuvenilEl joven Keylan Elizondo llega al rancho millonario de su familia, atrayendo las miradas al instante de los peones, ¿y quien no? Keylan tenía un cuerpo de infarto, pero no como el de un hombre, si no como el de una mujer, ese culo grande y bien par...