Capítulo 1.

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Todos los jóvenes que son una vergüenza para sus padres viven en un internado, incluyéndome. Solo somos unos marginados de la raza humana. Tal vez ni seamos humanos, solo somos un androide que es controlado por extraterrestres por un chip tecnológico clavada en un cuello prácticamente invisible que no padezca ningún dolor. 

Seguramente pensarán que vivimos en un internado pobre que nos controlamos a base de un campesino, cosa que no es cierta. Desgraciadamente vivimos bajo la ley de los blancos, vestidos de blancos. Somos solo experimentos, somos unas ratas de laboratorio como nosotros nos llamamos, cuando no servimos... simplemente... nos matan. Ya le paso a Sandra, una chica pelirroja que murió porque su sangre no era compatible con los medicamentos.

Mi nombre es Lucy, yo soy una de las adolescentes más experimentadas de toda la ciudad futurista. Dicen que mi ADN no se ve por cada millón de personas, entonces investigan cada célula de que tiene diferente.

En esta ciudad, realmente en el mundo todo esta destruido y somos la única esperanza dañina para nuestro planeta. Y digo dañina porque no estamos seguros si estamos haciendo lo correcto. El mundo tiene leyes que nos sirven por el bien común. Ahora mi duda es: ¿Necesitamos reglas por lo que tenemos el mundo así? ¿Es necesario leyes que nadie cumple? 

Nadie ha salido a las afuera en este laboratorio desde que nacimos, y si salimos nos extraen la memoria y no recordamos absolutamente nada. ¿Para que vivimos si no tenemos función alguna en nuestro cuerpo? 

-Experimento Johnson, a la oficina de medicina de inmediato.- grita la señora rubia con un vestido color celeste de cielo y delantal blanco con lápiz azul y rojo en su bolsillo.

Me paro y me voy donde me obligaron. Aunque no queramos ir no nos podemos retractar. Me robo las miradas de todos de lo que estamos ahí. Nadie socializa con nadie, y si tenemos amigos significa de que nos obligaron a serlo ya que nunca hablamos. Yo solo me libero con mi afortunado diario. No necesito personas. Me abren la puerta de la oficina de medicina, me siento en la cama de algodón como siempre y la misma mujer de canas de unos 50 años de siempre me atiende tan sínicamente.

-¿Sabes?- agarra una aguja para extraer sangre - Descubrí algo. La primera mujer humana o simia científicamente hablando se llamaba Lucy ¿Genial, no?- limpia la aguja con una toalla húmeda.

Yo solo la observo sin decir nada. No he hablado ni con los que convivo y tendré que hablar con ella.

-Te voy a inyectar ¿Ok? No te va a doler, ya sabes.- me dice siempre lo mismo, ya estoy acostumbrada y si no me dice esa frase significa que algo que me va a decir que va a cambiar toda la transición de cada semana.

Cierro los ojos y siento solo cuando me entierran la aguja, luego me la sacan y veo mi sangre. Me coloca algodón con una cinta adhesiva (Sí, así de maleducados son) me bajo la camisa y me paro de la cama.

-¿Quieres decirme algo, Lucy?- me pregunta y yo no respondo - Eso pensé, hasta luego.

Me abren la puerta y me voy a mi habitación de color blanco, pero antes pase nuevamente a la mirada de todos los adolescentes de blanco que estaban esperando su turno. Me incómoda todo de aquí, hasta yo me incómodo ¿Saben qué anormal es eso? ¿Que yo misma me incomode? ¡Es demasiado!

Abrí la habitación de mi cuarto y solo veo lo de siempre: Mi cama con una delgada cobija, un ventilador blanco apegado a la pared, una estufa de color blanca igual, la pintura La noche estrellada de Van Gogh y mi diario en el mueble de color blanco. Me siento en la cama y miro a todas partes intentando encontrar algo nuevo, pero como siempre... nada. Me acuesto y miro el techo y cierro los ojos intentando recordar algo que ya no memorizo, pero es imposible. Siempre lo mismo. Agarro mi diario y con una pluma de tinta negra empiezo a escribir con la luz artificial que me dan. 

Lucy: Empatía es venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora