Cerdo rompe tradiciones.

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Un mes después.

Indignada.

Esa era la palabra que definía mi estado de ánimo esta mañana, indignada con Michelle, con Marc, con el clima, con la vida, indignada incluso conmigo, no podía controlar mis estados de ánimos y era una bomba de tiempo que en cualquier momento podría explotar sin un previo aviso, y no me importa si había pasado ya un mes de que me enteré que Santiago Pascuali y su esposa Cassandra Valcobi vendrían a la boda, me seguía molestando igual, o peor.

Creí haber superado el pasado, creí haberlo enterrado muy bien, pero siempre el destino se encargaba de volver a traerlo a mi.

Santiago Pascuali...

¿Por que me persigues? ¿Por que justo ahora que estoy tan bien tienes que volver a aparecer en mi vida? Me resulta tan injusto todo.

Cuatro años, sabía que el había rehecho su vida, y aunque intente no saber nada de él, no mentiría diciendo que no me detuve frente a un negocio de ventas de revista en cuando lo veía en las portadas, y no, no estaba solo, Cassandra estaba a su lado, juntos presumiendo de su nuevo hogar, de su anillo de compromiso, de la boda y su traje de novia, de sus perros, y su encantadora vida y relación.

Tome lo primero que vi y lo estrelle contra la pared, volvía a dolerme como aquella vez, volvía a llorar como estúpida otra vez.

Me dejó porque quiso, el tomo la decisión de hacerlo, ¿la quería? Obvio que la quería, por eso se fue, y si tenía la ligera esperanza de que volviera porque me quiere a mi y quiere estar conmigo, se fue, se fue cuando descubrí que era real, todo había sido una farsa, se enamoro de Cassandra, lo sabía, me había engañado, había jugado con mis sentimientos, al igual que Cassandra, que lo sabía todo, joder TODO y me lo oculto, claro, burlemos de la inocente que le entregó lo que tanto él buscaba y luego se fue con su verdadera familia.

No podía de la impotencia, ojalá que fuera a la boda, así podría cortarle los testículos y que sufriera aunque sea la mitad de lo que yo sufrí por él, fui una tarada todo este tiempo, y sigo siendo la tarada más grande por aún importarme.

-Kiara ha llamado Camila, que... ¿Que te pasa cariño? -senti los brazos de Michelle abrazarme y rompí nuevamente en llanto.

-Por favor, no estés así por ellos, no vale la pena que sigas sufriendo por él -tan fácil era decirlo, pero no era nada fácil vivirlo y poder superarlo.

-¿Que pasa con Camila? -pregunte tratando de regular mi voz y sorbiendo los mocos que escurrían por mi nariz.

-Bueno... que me acaba de llamar, resulta que acaba de volver de New York y nos citó en la cafetería de siempre, quiere almorzar con nosotras, ¿te apuntas? -tras unos segundos de pensarlo y asimilar la información tratando de no volver a llorar, asentí para luego sentir la presión de Michelle en mi brazo ayudándome a incorporar.

-Deja me cambio la pijama y bajo -Michelle asintió dejándome nuevamente sola en el cuarto, cuando estaba buscando mi ropa no pude evitar volver a llorar, volvía a caer, volvía a ser la misma niña tonta que se dejó convencer por simples palabras vacías.

Tras pasar los minutos de espera en el café, vimos entrar por la gran puerta del café a nuestra amiga Camila, y vaya que nos llevamos una sorpresa.

Estaba completamente cambiada, los años y New York le sentaron muy bien.

Su cabello había dejado de ser negro para convertirse en un cabello largo y rojizo, tenía algo distinto en su rostro y no podía diferenciar si era por el maquillaje o se había realizado algún tipo de cirugía, también no estaba de más mencionar que sus curvas se hicieron aún más voluptuosas, y el vestido blanco largo le sentaba muy bien, era extraño volver a ver a mi amiga después de tanto tiempo.

¡PERRAS! Nuevo comienzo. (P#2) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora