Capítulo II

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Después de la cena regreso a mi mansión. Anteriormente viva en un pent-house pero decidí comprar una casa para tener un poco mas de privacidad y menos vecinos tratando de averiguar mi vida. Ya tengo suficiente con los jodidos periodistas como para tener que soportar unos vecinos molestos.

Solo alojo a dos personas en mi propiedad, Bruce y Vera, la señora de limpieza; esta última se queda en la casa para empleados que está a la entrada de mi mansión.

Lo observo todo desde la tercera planta, es una noche tranquila. Agradezco que no sea lluviosa como la mayoría aquí. Me preparo una copa de… mientras llevo la segunda copa a mis labios pienso en la cantidad de trabajo que tengo para el día de mañana, camino a mi despacho y busco el numero de celular de Nadia, la mensajera. Necesito que mañana este a primera hora en la empresa.

— ¿Bueno? — Se le escucha adormilada, por un momento pienso en colgar y dejarla dormir, pero no me permito hacerlo.

—Señorita Nadia, la necesito mañana a primera hora en mi oficina. —Se queda callada unos segundos.

—Pero mañana es sábado— ¿Ha dicho pero? Para mí no existen los peros.

— ¿Tiene eso algo de malo? Siete de la mañana en mi oficina. —Termino y cuelgo.

Son las cinco de la mañana cuando una nueva pesadilla me despierta, me levanto y camino a la cocina por una taza de té; antes de llegar a la isla de la cocina Vera ya ha colocado una taza para mí. Necesito más empleados como esta mujer.

Tomo una ducha y me enfundo en mi traje, al salir, Bruce me espera y de nuevo tomamos el camino más rápido a la empresa. Cuando llegamos al estacionamiento subterráneo de esta visualizo el auto que le he prestado a la señorita Nadia, supongo que ya ha llegado. Espero ya no esté usando ese vehículo tan peligroso que ella llama moto. Efectivamente la veo parada en las puertas del ascensor, esta encorvada y con los brazos cruzados en su pecho, su rostro es de disgusto total. Al verme bajar de la camioneta se endereza, su rostro cambia y me observa mientras camino hacia donde esta ella.

—Buenos días, señor— Dice, cuando me detengo junto a ella y presiono el botón del ascensor. La observo de pie a cabeza, de nuevo vestida con vaqueros desajustados.

— ¿Cree usted, señorita Rossi, que esa es la manera correcta de venir vestida a mi empresa? —Se observa un segundo y luego me mira con el ceño fruncido.

—Como sabe señor Ferreyra, hace aproximadamente un día manejaba una moto y créame cuando le digo que en estos vehículos es un poco inapropiado subirse con faldas o de la forma en la que se viste su secretaria. —Hace un mohín con los labios que me parece irrespetuoso pero me limito a no mirarla por lo que ella decide continuar —Pero ahora que usted me ha facilitado un auto, prestado, me queda claro, en mi próximo pago tratare de comprar más ropa corta, abierta y provocativa.

La observo con mirada seria, ¿Me está faltando el respeto? ¿Dónde quedo la chica tímida? Retiro la mirada cuando el ascensor se abre, me retiro, la dejo pasar a ella y cuando estamos dentro y después de presionar el botón del decimo piso, digo:

—Ya estamos acostumbrados a verla vestida de esa forma, puede seguir haciéndolo. —Con el rabillo del ojo la veo encogerse de hombros. Ahora mismo no le diré nada, pero la hare tragarse sus palabras con trabajo.

Me instalo en mi escritorio y la hoja de tarea que le doy la hace poner mala cara, por lo que le sugiero que empiece ahora mismo para que este libre para el medio día. Hoy no trabaja nadie en mi empresa, pero yo sí, por lo que cuando necesito a alguien lo llamo y debe venir de inmediato, hoy la necesitaba a ella por lo que ahora mismo está trabajando.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora