Capítulo IX

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Estoy en la oficina del tercer piso cuando veo su pequeño auto estacionarse frente a mi mansión. El vaso de whiskey en mi mano es aferrado con fuerza al verla bajar, su cabellera castaña rojiza es lo primero que veo, su angelical rostro, su cuerpo… la detallo completa mientras la veo buscar algo en su auto. Cierra la puerta de este y acomoda el abrigo para por fin echarse a andar al pórtico, cuando la pierdo de vista camino hacia mi escritorio y tomo asiento mientras espero que venga a reportarse conmigo, no hago más que observar el líquido ámbar en mis manos.

Dallan esta en el primer piso con Vera, mi empleada. La espero por unos quince minutos, pero al ver que no llegaría no me quedo más que bajar. Esta chica nunca cumple con lo que se le pide, así como se anuncia con Alana y Ian, debía hacerlo conmigo. ¿Quién se cree? ¿Quién me cree? Conmigo no se juega.

Bajo las escaleras mientras acomodo la manga de mi traje que por alguna razón está mal, al alzar la vista noto que ella me observa y se ha levantado de donde estaba sentada con Dallan.

La observo con dureza, sus manos están detrás de su espalda y su rostro muestra confianza y algo de temor que no logra ocultar.

—Señorita Nadia, no sabía que había llegado. —Miento —. ¿Hace cuanto llego? —Camino hasta quedar a un metro de ella —. ¿Sabe que también debe reportarse conmigo? Sigo siendo su jefe. —Le recuerdo. Su ceño se frunce, pero no hace más que asentir.

No me gusta que no hable, ella no es muda; pero al parecer conmigo intenta serlo. Fije la mirada en la suya, esos hermosos ojos verdes que tiene ocultan tantas cosas cuando pretenden ser fríos. Ella no posee nada de frialdad, a veces la noto mas perdida, preocupada, triste… pero jamás fría, no desde que la conozco.

Se quería hacer la valiente conmigo al sostenerme la mirada, aprieto la mandíbula y me recuerdo una y otra vez que Dallan esta allí con nosotros, que no puedo solo tomarla y devorar esos bonitos labios que posee, no quiero que mi sobrino ni mi familia se hagan una idea errónea de nosotros.

—Estaba por ir con usted, pero me entretuve un rato con Dallan —Habla al fin, sin perder nuestra batalla de miradas. Iba a decirle que se entretuvo casi por media hora, pero entonces sabría que la vi llegar.

—Ya está aquí, Tío. Ahora puedes irte con alguna de tus chicas —Habla Dallan. Lo miro con el ceño fruncido, ¿Qué le pasaba a este niño? ¿Cómo sabe eso? Menea sus cejas y lo miro confundido.

—No me iré con nadie, tú debes ir a dormir dentro de media hora. Apaga ese aparatejo y ve a lavar tus dientes. —Mando.

—Media hora más, por favor —Pone su mejor cara de suplica y tomo una respiración profunda, tiene buenos métodos para persuadirme.

—Media hora. —Le recuerdo, antes de encaminarme nuevamente al tercer piso.

Ya en mi oficina, pongo un poco de música, los parlantes en esta comienzan a sonar con una melodía suave que hace que mi cuerpo se relaje de inmediato. Creo que una de las mejores cosas que se han creado en la tierra es la música, te transporta a mejores lugares, te calma, te ayuda a pensar con claridad; al menos, eso hace conmigo.

Tomo asiento después de revisar varios documentos en los archivadores que tengo aquí, la copa de whiskey que había dejado unos minutos atrás me espera intacta por lo que no dudo en tomarla.

Quedo sumergido en mis pensamientos y la música, no es hasta que la puerta de mi oficina es tocada que salgo de mi ensimismamiento, dejo de pensar en el pasado que me atormenta. Miro el reloj en mi muñeca que marca casi la una de la mañana, sé, de antemano, que no se trata de Alba; sé que es Nadia y no puedo evitar la emoción que se construye en mi pecho, al fin voy a poder hablar con ella a solas.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora