Capítulo XXXI

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Lucas Ferreyra:

—No lo pierdas de vista, y nada de video juegos, porque está castigado. —Dallan exhala rodando los ojos y cruzando de brazos, está sentado en una de las sillas de mi oficina. Y la que habla es Alana —. Se le escapo a la niñera y se fue hasta la casa de uno de nuestro vecinos que vive a varias cuadras de la nuestras en su moto de cuatro ruedas. Todos pensarían que soy una irresponsable y mas con todos los peligros que hay fuera. —Esta exasperada.

—Mamá, nuestra villa está asegurada, no dejan entrar a cualquier persona. Exageras. —exclama el niño.

—No me importa Dallan, fuiste muy irresponsable al irte de esa forma, no tienes idea de todo lo que paso por mi cabeza. ¿Es que acaso no recuerdas lo que paso hace un año? —Dallan no responde más. Claro que lo recuerda, todos lo recordamos. Alana se despide y sale de mi oficina. Faltan unas semanas para que vuelva a realizar la subasta.

— ¿Tu también vas a obedecer a mamá o me dejaras jugar video juegos? —Ya había tomado asiento detrás de mi escritorio. El sigue sentado en la silla no habló por unos minutos. Lo miro con el ceño fruncido.

—Obedeceré a tu madre y tú también deberías hacerlo. —Afianza más sus brazos cruzados y su cara se arruga aun más rabioso.

—Le dije a esa tonta niñera que me llevara a casa de mi amigo. No me presta atención y no suelta su estúpido celular. Ninguna es como Nadia o no sé si yo herede la poca paciencia de mi abuelo.

—Creo que es lo de la paciencia. —Digo, revisando unos documentos en la computadora. Nadia es un tema que no tocamos mucho, ella sigue intacta en mí aunque ha pasado más de un año. El doctor Gunther me ha recomendado salir con otras chicas y, aunque lo he hecho siento que con ninguna puede haber algo, por muy cliché que parezca.

Es como si algo dentro de mí se negara a dejar entrar a alguien más. Cuando Daniela falleció –tema del que ya puedo hablar sin ningún problema- estuve con muchas chicas y asistía a muchas fiestas porque sabía que ella ya no estaba y que nunca volvería. Tuve sexo con cada mujer que se atravesaba en mi camino, pero con Nadia todo es diferente. Sé que está viva, está bien y que en cualquier momento regresara. Algo dentro de mí se niega a fallarle esa chica que tanto hizo por mí, que en mi cara me dijo que me quería y a la cual yo me negué aceptar por idiota. Cuando vuelva y la vea con alguien más, casada quizá, que me diga en cara que no quiere verme ni estar conmigo nunca más... ese día... ese día me replanteare las cosas y decidiré seguir sin ella, con alguien más o no.

—Ni siquiera estas prestándome atención. —Me reclama Dallan con una mirada furibunda. Levanté la vista frunciendo el ceño.

—Por supuesto que lo hago. Debes calmarte porque no todo será como tú quieres todo el tiempo, Dallan. Tus padres jamás te permitirán ser un malcriado y cuando hagas algo que a ellos los moleste no esperes que te recompensen. —El acababa de cumplir nueve años y lo creía lo suficientemente inteligente para saber que entiende lo que le digo.

—No soy malcriado y lo sabes. Solo quería ir a la casa de mi amigo y esa tonta mujer no me llevo. ¡Ah, pero si se volvió loca cuando soltó su celular y yo no estaba! Puedo ir a Rusia y volver y ella no lo notaria.

—Pues notó que te escapaste a casa de tu amigo. —Me mira con ojos entornados y cara de pocos amigos.

—Ni siquiera lo noto ella, lo hizo mamá cuando llego. —Lo observo con mi barbilla apoyada en mi mano. El se levanta y se acerca al ventanal a observarlo todo fuera. No dije nada más, pero ahora entiendo por qué Alana me pidió que lo cuidara, debió despedir a esa chica.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora