Capítulo XXI

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Nadia:

Todo comenzó ese día. El día que vi al chico de los tatuajes en el estacionamiento de la Universidad. Ese mismo me siguió hasta mi casa, por supuesto, sin que yo pudiese notarlo; lo hice cuando estacione mi auto en la plaza, ahí comprendí que la llegada de ese chico no traería nada bueno.

Su mirada es escalofriante, grande, muchísimo y todo su cuerpo esta tatuado. Desde ese día no pude dormir nada bien, algo dentro de mi me decía que algo estaba mal. ¿Por qué ese chico me había seguido hasta mi casa? ¿Por qué sonreía de esa manera tan escalofriante? No había hecho nada malo hasta donde recordaba. No solía meterme en problemas.

Unos días después, mientras iba camino a mi graduación varios mensajes llegaron a mi celular y para mi sorpresa no era alguien, o algún número que yo conociera. "Te sigo a donde sea que vayas" "Eres la persona indicada" "Solo harás lo que te pida y todo estará bien" uno tras otro y no entendía nada, pero mi estomago se revolvió con fuerza causándome nauseas. En los pasillos de la Universidad miraba hacia todos lados y no podía concentrarme en lo que debía. Ángel, preocupado por mi estado varias veces me pregunto qué era lo que me pasaba últimamente, pero no podía decirle nada, ni siquiera yo estaba segura de lo que estaba pasando.

Trate de concentrarme en lo importante: mi acto de grado. Mi madre me acompaño y apoyo durante todo este tiempo que luche por obtener mi título y se lo dedique a ella. Para ese día había creado un hermoso vestido para mí. Me olvide de esos mensajes y me concentre en sonreír todo el tiempo y disfrutar mi momento. Nadie me lo iba a arruinar. Esa noche tuvimos una fiesta, y las ganas de llamar a Lucas para que pasara por mi y verlo me inundaron, pero las deseche, decidí irme a casa.

Al día siguiente, por la tarde, debía cuidar a Dallan. Al llegar me recibió como siempre, con un abrazo y un beso de su parte. Eso logro tranquilizarme y calmar mis nervios.

—Gracias al cielo llegaste, debemos sacar a pasear a Nallan y llegar a tiempo para despedir a mi tío Lucas. — ¿Despedir? El niño noto mi confusión y me aclaro —. Sale del país por negocios. —Sentí mi corazón hundirse, estaba sintiendo cosas por Lucas aunque me lo negara a mi misma una y otra vez. Unas semanas sin él, sin siquiera poder verlo a lo lejos sería difícil. Dallan toma mi mano y la remueve para sacarme de mi ensimismamiento. Sonrío para él.

—Entonces busquemos a Nallan. —Digo, el sonríe y se me adelanta. Cuando entro a la casa saludo a Alba y luego a la señora Alana y a su esposo que hablan en la sala con el hermano del segundo.

Salimos a pasear al perro por las casi diez hectáreas propiedad de la familia. Corríamos mientras el perro nos perseguía, le lanzamos la pelota para que el animal fuera por esta, y lo hacía, solo que no nos la traía, huía y debíamos corretearlo para quitársela. Ya cansada voy hasta la pequeña banca donde he dejado mi abrigo y mi teléfono para encontrarme con otro mensaje: "De eso estoy hablando. Vas a entregarme al niño" mis labios se entreabrieron por la sorpresa y mi cuerpo vibró por el miedo que ese mensaje ocasiono. Me volví hasta Dallan despacio y lo observe corriendo con Nallan detrás persiguiéndolo, su sonrisa es deslumbrante como siempre. Me aterre, aunque no sabía si esto era una broma, estaba tan asustada por todo lo que estaba pasando.

Ese mismo día despidieron a Lucas porque debía salir de viaje, no dije nada. Estaba tan alterada y aterrada que no pensé siquiera en mirarlo, ni siquiera se me paso por la cabeza querer despedirme de él.

Ese día cuando salí de la casa de los Vernacci unas motos grandes me interceptaron cuando solo me faltaban algunas cuadras para llegar a mi casa. Cinco motos para ser exacta, cinco chicos y dos chicas. Hicieron que me estacionara, y lo hice, me apuntaron con un arma y pensé que moriría si no lo hacía. El chico de los tatuajes se acerco a mí con una sonrisa llena de suficiencia y maldad, fumaba y cuando estaba frente a mi vacio todo el humo de su boca en mi cara. Yo estaba recostada a la puerta del conductor de mi auto, aterrada, a punto de llorar y con todo mi cuerpo temblándome.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora