Nadia Rossi:
Primero las rosas blancas, luego, aquellas rojas que casi no entraban en mi consultorio. No sabía con exactitud quien las enviaba, pero la nota de las primeras me hizo sospecharlo, aunque no me ilusione demasiado. La señora Alana y yo nos volvimos muy buenas amigas y ella me conto todo acerca de Lucas, sabía que estaba mejor, que estaba yendo a uno de los mejores terapeutas de la ciudad, que se había recuperado, que ya no era el Lucas de antes. Lo que no sabía era que encontraría mi nueva casa y me enviaría flores. Por la prensa pude darme por enterada que ha salido con otras chicas, imagine que todo se había ido al caño.
Todo mi cuerpo se paralizo y comenzó a funcionar de una manera alocada, desbordada, arrebatadora, al escucharlo detrás de mí. No podía creer que siga así, tan intacto en mí, tan presente después de tanto tiempo. No quería tocarlo, porque estoy temblando como una demente. Dios, odio que tenga tanto poder sobre mí, sobre mi cuerpo...
— ¡Lucas! —Exclama mi madre animada. La observe con el ceño fruncido divertida, ¿desde cuándo tanta familiaridad entre ellos? —. No fuiste mas a casa, debería estar enojada contigo. —Ahora sí la mire confundida. ¿Cómo que ir a casa? Okay, no entiendo nada.
—Creo que no me creerá cuando le diga que hice el papel de niñero este tiempo. —Mi madre ríe y alza sus cejas esperando que siga hablando, yo sigo sin entender. —. Mi hermana no ha podido conseguir una niñera que sea igual de eficiente que su hija. —Explica, desviando la vista hacia mí. Y me da una mirada bastante desconocida para mí viniendo de él, una mirada abrazadora, llena de una añoranza, miedo, culpa...
— ¿Me podrían explicar lo que hablan? —Digo, colocando lo que llevo en mis manos en la barra de la cocina.
—Bueno, Lucas y yo nos hemos hecho muy buenos amigos. Tomamos café, té y, a veces, jugamos bingo y le gano un poco de su dinero. —Ríe como una chiquita y yo abro los ojos asombrada sin poder creerme lo que me dice.
—Dios, mamá. Nunca me dijiste eso. Siento mucho si...
—Me ayudo bastante... ya sabes, a salir un poco de... la rutina. —Habla, Lucas, interrumpiéndome. Sabía a que se refería con "la rutina" por lo que asentí y vi como mi madre sonreía triunfante. Negué divertida mientras saco las cosa s que he comprado de las bolsas de papel. Sabía que me miraba, sabía que no apartaba la vista de mí, pero use toda mi fuerza de voluntad para no alzar la vista y terminar lo que hacía. El me leería enseguida si lo hacía, sabría que sigo sintiendo lo mismo por él, sabría que sigo en sus manos.
— ¿Ya viste nuestra nueva casa? Mi hermosa hija la ha comprado con sus ahorros en Alemania.
—No dudo que lo haya hecho. —Comenta. Y vuelve a mirarme de esa manera tan abrazadora. Aparte la vista con una sonrisa en los labios.
Mi madre le comenta cada una de las cosas que hice en Alemania –que yo le había comentado a ella- le colocaba los ojos en blanco cuando decía algo indebido, como por ejemplo cuando hablo de Max. No sabía si debía hablar de eso con él.
Cenamos juntos, mi madre le pidió que lo hiciera y por supuesto, el lo hizo. Hablamos bastante, le explique a ambos de mi primer día de trabajo, que había sido todo lo contrario de lo que imagine. Creí que porque sería mi primer día apenas tendría pacientes, o simplemente no los tendría, pero atendí más de diez personas por lo que tuve un día bastante ocupado.
— ¿Dudaste que tendrías pacientes? —Pregunta Lucas mirándome fijo con su tenedor a mitad de camino entre su boca y el plato frente a él —. No puedo creer que dudes de ti misma, Nadia. Eres muy buena en todo lo que haces.
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Después de ti
Teen FictionDespués del primer amor, llega el amor verdadero y eso lo experimenta el hijo del gran empresario Aarón Ferreyra cuando la que era su novia y su primer amor muere en un trágico accidente junto a la abuela de este. Resignado y sin ganas de conocer a...