Después de ti

Capítulo XXXIV

Nadia Rossi:

No respondí, y es que las palabras parecieron abandonarme al escucharlo decir aquello. Sale del estacionamiento subterráneo y se abre paso en la cuidad. No le pregunto a donde vamos, confió tanto en el que no me molesto en hacerlo.

Unos veinte minutos más tarde estamos entrando a esa casa en la playa de la familia. No tengo el valor de mirarlo, soy tan cobarde que ni siquiera eso puedo hacer. Lucas me desarma con tan solo una mirada. Se adentra en el estacionamiento de la casa y baja del auto, lo rodea y abre mi puerta. Al bajar, me extiende su mano y quedo frente a él, frente a esos ojos grises que me observan de pies a cabeza. Coloca una mano en mi mejilla y deja suaves caricias en esta con su dedo pulgar, sin dejar de estudiar cada parte de mi rostro.

— ¿Qué voy hacer contigo, Nadia Rossi? Vas a volverme loco. —Aparto mis ojos de los suyos, negando.

— ¿Qué puedo decir yo de ti? ¿Qué hago con esta maraña de sentimientos y nerviosismo que me ataca cada que te veo? —Vuelvo a mirarlo y lo veo tragar con dificultad, me observa lleno de culpa y una capa de lágrimas en sus ojos. —. Yo también me enamore, Lucas. Como nunca en mi vida. Con los ojos cerrados, aun sabiendo lo que pasaba en tu vida. Aun pensando que nunca me aceptarías, solo paso...—Delineó mi labio inferior, mirándome con añoranza. Dios, lo amo. Estoy completamente pérdida por él.

—Entremos, hablaremos dentro. —Me insta, haciéndose a un lado para que yo pase, el me sigue, colocando una de sus manos en mi espalda. —. ¿Quieres algo? —Me pregunta, cuando hemos llegado a la cocina. Yo niego, mi estomago se ha cerrado ante esta situación.

Ambos tomamos asiento en uno de los muebles grandes que adorna la sala principal. Yo no decía una palabra y él se limita a quitarse la chaqueta de su traje y la corbata, viéndose así un poco más fresco y relajado.

— ¿A que me has traído aquí? —Pregunto, un poco quedada y nerviosa. No quiero pasar por lo de antes, ya estoy cansada de ser "su pasatiempo" prefiero alejarme de él antes que aceptar aquello. Ya no soy una niña, ninguna chica lo merece y yo no seré la excepción.

—Quiero hablar contigo. —Dice, tomando asiento a mi lado. Desvió la mirada hacia él, que humedece sus labios cuando nuestros ojos se encuentran —. ¿Hay algo entre tú y ese chico? —Pregunta serio, midiendo cada uno de mis gestos.

—No. Creo que puedo decir que nunca hubo alguien más. —Respondo sincera, mirándolo a esos ojos que hoy se ven de un gris más oscuro. Exhala, desviando la mirada a sus manos.

—Te quiero en mi vida, Nadia, puedo asegurarte que nunca he anhelado algo tanto como te anhelo a ti. Te necesito a mi lado pero... —niega y las palabras parecen atorarse en su garganta —. Mi vida es complicada, lo has visto. Siempre habrá gente inventando cosas o simplemente acosándote. Sé cómo eres, te gusta tu privacidad y me aterra que... después que estés en mi vida y vivas todo esto quieras... huir.

—No acostumbro hacer eso, Lucas. Y si debo enfrentar algunas cosas o personas por ti, lo quiero hacer. Solo quiero estar junto a ti y compartir mi vida contigo.

—Me encantas, Nadia, eres... eres mi luz al final del túnel. Eres perfecta en todos los sentidos. —Pude sentir mi rostro levemente sonrojado. Y es que, él para mi también lo es todo.

Acortó la distancia que había entre nosotros y junto nuestros labios. Esa sensación... esa corriente que me recorre solo con sentir su tacto sobre mí. Su beso es suave, cuidadoso, una de sus manos –que antes estaba en mi mejilla-, la mueve para recorrer mi cuello y dejar caricias lentas y abrazadoras. Se aparta un poco para estudiar mis gestos, sabía que de alguna manera me pedía permiso con esa mirada llena de lujuria que me da. Asiento segura, porque lo quiero, lo necesito.