Capítulo VIII

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Manejo a casa de mi hermana, Bruce tiene el día libre por lo que estoy solo. Es sábado por la mañana. Aun no he recibido llamada o mensaje alguno de la señorita Nadia, se que está en casa de Alana, quiero verla poner esos bonitos ojos verdes en blanco como siempre lo hace cuando me ve.

Espere impaciente a que el gran portón de la entrada de la casa de mi hermana se abriera y así poder adentrarme de una vez por todas, mi celular sonó a mi lado y volví la vista hasta la pantalla solo un segundo para verificar quien llama, cuando vi el nombre de Verónica, la ignore por completo y volví la vista al frente.

Frené la camioneta de golpe cuando vi esa bicicleta y su cuerpo frente a esta. Apreté el volante con fuerza y el latir de mi corazón lo podía sentir detrás de mis orejas, mis ojos están en blanco y no soy capaz de moverme hasta verla alzar la mirada. No la atropelle, ni siquiera la toque con el auto, pero si no hubiese frenado solo dos segundos antes me la hubiese llevado por delante. Bajo de mi camioneta y tiro la puerta de esta, camino hacia ella a paso decidido, puedo ver que aun no se ha movido, sigue en shock.

—¿Quieres que te mate o que mierda? — Suelto enojado, asustado. No puedo permitir otro accidente más en mi vida.

—¡Es usted quien no miraba al frente! —Suelta, ahora enojada y roja por la rabia.

—¡¿Qué ha pasado?! —Grita Alana, saliendo de la casa, acompañada por Dallan y Ian. Ambos nos miramos para luego posar la mirada en mi hermana y sus acompañantes. Ali está asustada hasta la mierda —¿Estás bien, Nadia? Dios, Dallan me ha dicho que Lucas te había atropellado con su auto. —Mi sobrino parece un fantasma, ya que ha perdido el color de su rostro.

—Estoy bien, señora, Alana. No paso nada, solo fue un accidente que no llego a mayores. Estoy bien… —Vuelve a decir, como si tratara de convencerse ella misma de eso.

Alana suelta un suspiro de alivio y abraza a Dallan. Ian me mira con interrogante, sé que cuando estemos dentro de la casa va a reventarme a preguntas.

—¿Por qué no van por algo de comer, Nadia? —Dice Alana, la pelirroja asiente algo insegura, toma a Dallan y se encamina a la casa. Yo respiro un poco más calmado, mierda, estaba casi temblando y mis manos sudan. —. ¡Apuesto que estabas mirando tu celular! —Me reclama Alana, yo niego.

—Claro que no, bueno… solo fue un segundo que desvié la mirada. —Mi hermana esta erguida y con las manos empuñadas.

—Algo me lo decía, ¡Pudiste haber matado a esa chica por tu irresponsabilidad! —Vuelve hablar, yo ruedo los ojos.

—No paso nada amor, todo va a estar bien. —Habla Ian y besa el cabello de mi hermana. —.Todo va a estar bien.

Le agradecí con la mirada, porque sabía que si no le hubiese hablado, su sermón se hubiese extendido por horas. Entramos a la casa minutos después, Ian me ofrece un trago de whiskey y lo acepto tomándolo de golpe. Lo que había pasado minutos antes me tiene muy nervioso.

—Gracias a Dios no paso nada, ver la carita de asustado de Dallan me lleno de una angustia que no había sentido hace mucho. —Hablo Alana, sabía perfectamente al “hace mucho” que se refería, esa época de angustias y malos ratos que vivimos gracias a personas no deseadas. Ian baja la cabeza sintiéndose claramente culpable, esas personas fueron sus “amigos” por años.

—¿Irán a la celebración del cumpleaños de esta noche? ¿Cómo se llama esa mujer? —Pregunto, para aligerar el ambiente. Hoy nos han invitado a celebrar el cumpleaños número sesenta de una de las vecinas de Alana, por supuesto yo no iré, no tengo tiempo para tal cosa.

—Debemos ir, la mujer llamada Josefina, —aclara Alana — puede que sea muy narcisista, pero colabora mucho con mi fundación; además, solo será un rato. —Ruedo los ojos.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora