Página Uno

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Querida Casie:

Te hablo desde el futuro.

Te escribo para prevenirte de todos mis errores; los que quiero que tú no cometas.
Te escribo para evitar sentirme tan triste como siento ahora;

Siempre deseé tener quince, como tú tan bien sabes.

Aquella era la meta esperanzadora que me haría saltar en luces de colores.
No fue así.
Mi cumpleaños fue un desastre. Compremos una botella de wisky. Bebimos, pero no lo pasemos bien. Casi todas mis amigas se fueron y nos juzgaron.

No fui más mayor. No fui más alta. No fui más lista. No fui más guapa o tuve más éxito.
Seguí siendo yo. Casie. La loca y torpe Casie.
Los quince no hicieron nada extraordinario.

Mi regalo no fue tan bueno como los que suelo regalar yo.
Nunca lo use. Acabe perdiéndolo.

Aquel año perdí todo, en realidad. Los quince fueron mi nemesis.

No recuerdo como empezó. Fue todo muy confuso. Pase de blanco a negro y ni siquiera vislumbre el gris.

Es curioso como vemos nuestra vida caer en trozos y solo poder quedarnos a mirar. Sin poder mover un puñetero dedo para pararlo.

Perdí a mi mejor amiga sin darme cuenta.

Se fue yendo paso a paso y no pude verlo. No quise creerlo.

Algo tan importante no puede desaparecer de esa manera. Como si nunca hubiera existido.

Mi mejor amiga. ¡Mi gran amiga! ¡La estaba perdiendo!

Hable con ella.
Le dije que no podía dejarme. Que seis años de amistad no pueden tirarse a la basura. Le dije que yo era quien la quería de verdad. Le dije que no podía irse. Me enfade.

Ella pareció volver. Durante un momento pensé que volvería.

Me equivoque.

No era a mí a quien quería ahora. No era yo quien le hacia feliz. No era su mejor amiga.

Le di vía libre. Podía irse con quien quisiera, yo ya no la quería. Me había dejado. No era una buena amiga. Yo había sido una tonta.

No quería dejarla. Joder. No podía soportar dejarla.

A veces de eso se trata la vida. De tener que soltar. Soltar. Decir adiós.
Aunque el solo pensamiento te haga enloquecer. Aunque todavía lo queramos.
Soltamos. Lo dejamos ir. Seguimos adelante. Continuamos viviendo.

Elisa pareció florecer con la noticia. Revivió en fiesta de colores. Se fue corriendo con la otra; su nueva amiga. Aquella que nunca la querría como yo.

Nunca la tuve de regreso.

Nunca conseguí creerlo del todo. Nunca lo supere. Perderla a ella. Perder a mi lugar seguro;

Recuerdo cuando la conocí.

Las dos teníamos nueve años.
Éramos tan pequeñas y delgadas como dos escobas.
Tan diferentes como la noche y el día.

Ella tan extrovertida, simpática, graciosa, alegre.
Yo solo era un conejo asustado.

Nos hicimos amigas una tarde de verano.
Su pelo era una casa de pájaros.
Había intentando rizarlo, pero era demasiado lacio y nunca lo consiguió.

Se agarro a mi brazo, y no se soltó.
Allí se quedó, como mi fiel escudera.

Nos pasábamos el día riendo. Haciendo locuras. Contando secretos. Compartíamos todo. Hasta nos gustaban los mismos chicos, nos gustaba que nos gustaran los mismos chico.

Siempre juntas. Siempre. En cada paso importante.

El primer concierto, la primera fiesta, la primera borrachera, el primer pintalabios.

Elisa no era una amiga. Era una parte de mí. Tan esencial como respirar. El cielo podía caerse y la tierra abrirse, pero yo tenia a la mejor amiga del mundo, y cuando estábamos juntas solo quedaban las risas y las locuras. Los problemas se esfumaban.

Y ella ya no estaba. Todo era oscuro ahora.

No sabia como ser. Como hablar. Que decir. No tenia idea de quien era.

¿Quien era yo? ¿Quien era Casie? ¿Era algo en realidad?

Le di mil vueltas. Me pregunte mil cosas. Trataba darle sentido. Intentaba encontrar una respuesta.

¿Por qué se había ido? ¿No era yo lo suficientemente buena? ¿Que hice mal?

Entendí que crecer conlleva perder cosas. Enfrentarse a cambios.

Las personas crecen, miran el mundo, y todo cambia. Todo viene y va y se enreda, y no sabes que esta pasando.

Crecer es una mierda. Todo sería más fácil si el jodido tiempo se detuviera de una vez. Maldita sea. ¿Por qué no se detenía?
Necesitaba respirar. Mi corazón no podía seguir todos los cambios.

Pero el calendario seguía apremiante. Impaciente por cambiar de hoja. Los días pasaban. Las horas se movían una y otra vez. El tiempo pasó. Y con el tiempo se fue todo. Perdí todo.

Querida CasieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora