Pagina Seis

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Querida Casie:

Existieron tiempos, cuando papá y mamá no se odiaban tanto, seguíamos teniendo casa, y yo era feliz, en los que era amiga de Will.

De echo, era mi mejor amigo. Mi gran confesor. Mi risa y mi voz.

Cada día al volver a casa, le esperaba despierta. Venía, comíamos chocolate y hablábamos. Horas y horas. Sin barreras. Llenos de sinceridad. No había nada que no contaramos.

Aquel hábito se convirtió en mi depuración diaria. Una adicción.
Cuando le contaba mis problemas, parecían desaparecer. Se esfumaban en el aire como el humo.
Podía tener ganas de llorar, pero le contaba a él y toda la carga era sacada de mis hombros como un truco de magia. Él me dedicaba ánimos. Me decía que todo estaría bien. Que mañana todo seria perfecto. Por alguna razón, le creía. Y ya no me sentía triste. Los problemas se solucionaban, ya no parecían tan terribles y amenazadores.

Hablar con Will era una necesidad imperativa. Una función vital.

Pero ahora él también me odiaba.

No me escuchaba cuando le decía. Me cortaba a mitad de la frase y se iba con prisas.

Perder a Will era la más grande de todas mis tragedias.

Más que perder a Elisa, no tener amigas, o tener el corazón roto.

Will era la persona que más amaba en el mundo. Con infinita diferencia. Y ahora me odiaba. También.

Todos estaban descubriendo algo en mí que les asqueaba. Yo no sabia de que se trataba, pero me moría de ganas por saber. Me consumía la duda.

¿Que tan malo era? ¿Que les había hecho a todos para tenerlos tan enfadados?

Tendría que ser algo maligno. Malvado. Porque sino no me lo explicaba.

Nunca veía a Will. Verle era la lotería.

Estábamos en casas distintas. Yo donde mis abuelos, él con mis primos.

Todos estábamos partidos por la mitad. Cada uno en un lugar.

Nuestra no familia era menos familia que nunca.

Dormía en un sillón que era demasiado pequeño. Los pies se me salían, y tenia que dormir encogida.

Mamá nunca estaba, y me pasaba el día sola. No tenía ganas de salir, y me la pasaba sola. Asentada en un rincón del salón. Escondida. No queriendo molestar con mi presencia.

Me lo merecía, me decía a mí misma. Me merecía todo aquello.
No merecía el consuelo de Will. No merecía liberar mi carga. No merecía sus palabras de aliento.
Merecía cargar con mi cruz. Dejar que aplastara mis huesos. Dejar que me matará.

Porque yo, Casie, lo merecía.

Querida CasieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora