Capítulo 19

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Él me mira con curiosidad mientras cocino un poco de arroz. Era una de las pocas cosas que Dorothea me enseñó a hacer a los once años. La verdad es que me quedaba delicioso, no sé ni por qué me molesto en cocinar algo bueno para el hijo de puta de Hugo.

—¿Por qué viniste tu?

—¿Prefieres a Dorothea?

—Prefiero estar sola.

—Gracias —dice tocandose el pecho, ofendido.

—Solo soy honesta —encojo mis hombros mientras le digo eso.

—No seas mala conmigo.

—Dejaré de ser mala contigo cuando dejes de ser malo con esos inocentes niños.

—Parece que estás traumada con eso.

Vale, eso fue la gota que derramó el vaso.

—Vete tu a que de la nada no recuerdes nada, y que no sepas donde está tu mamá. Que te maltraten todo el tiempo, y que la bruja que se hace pasar por tu mamá no te deje en paz ni por un momento.

—¡Por lo menos tienes a alguien qué se preocupe por ti!

—¡Tienes a tu hermano verdadero vivo y te la pasas con él diario!

Él suspira y yo quito mi cara de frustración, para poner mi cata habitual.

—¿Para que te mandó a venir Dorothea?

—Me dijo que te diera algo así como una pista para que vayas adivinando lo que tienes que hacer.

¡Mierda!

—Dímelo y te vas de una vez.

—Que genio el que tenemos —murmura, pero lo suficientemente duro como para que yo oiga, así que lo golpeo en el brazo. Saca un papel y lo ve unos segundos frunciendo el ceño, para después guardarlo —Escucha, Megan, esta es la nota más importante que te vayan a dar.

—Vaya, y justo me la dices tu —digo con sarcasmo y él se ríe.

—Está bien. Dice esto «Si haces lo que te digo, quedarás libre de tu hogar, de tu verdadero hogar.»

—¿Qué?

—Es probablementea única nota que ella te vaya a dar con algo claro.

—¿Como así? ¿Quedaré libre y no tendré que ir más a esa estúpida casa? —pregunto emocionada y a punto de saltar.

—Tranquila, Candle. Sí, es eso. Pero para arruinarte tu emoción, no es algo bueno —me guiña el ojo y yo dejo de emocionarme, no por lo que me dijo, sino porque estaba alegrandome al frente de él.

—¿Tú sabes lo que es?

—No, pero es obra de mi hermano y Dorothea. No puede ser nada bueno.

—Eh, tu también eres un jefe. También te incluyes.

—Digamos que tu también lo eres, así que no me puedes decir nada. Haz estado ahí toda tu vida. La mayoría qué son menores de diez los matamos, y lo sabes. Por algo te llevamos a cada ceremonia.

Suspiro y ruedo los ojos, no me acordaba para nada de la ceremonia.

—¿Cuando va a ser la ceremonia?

—En unos meses.

Ruedo los ojos y resoplo

—Esta va a ser distinta. De nada —me guiña el ojo y yo alzo una ceja. No me emociono mucho.

—¿Qué tiene de distinto? ¿Que en vez de matar a diez vamos a matar a más? —digo con indiferencia y él niega sonriendo.

¿No puede tan solo dejar de sonreír? A los únicos que acepto que sonrían sin irritarme son a Kylan y Dean.

—Tiene de distinto, qué no vamos a matar a nadie y que van a ir todos, absolutamente todos los reales.

Me emociono pero no lo demuestro.

—Alto, ¿todos los reales? ¿Cómo harán eso?

—Victor y Dorothea saben donde viven todos. Si no van, simplemente los matan.

Wow, lindo.

Alto. ¿Todos?

De inmediato recuerdo la vez que le pregunté a Dorothea por Kylan.

Él es real.

Hugo sonríe y se levanta del sillón.

—Bien, eso fue todo por hoy. Muchas gracias, Megan.

Asiento pérdida mientras él abre la puerta y se va en su moto.

Kylan va a saber que soy real.

No, no puede ser, él no lo puede saber.

¿Hugo ya se fue?

Ups.

Me levanto de la silla en la que estaba sentada y camino hasta mi habitación. Abro la cortina y veo que el cielo ya se está aclarando.

¿Tan rápido se pasó el tiempo?

Ignoro eso y mientras me acomodo a la nueva luz, enciendo mi celular y veo la hora.

Suspiro y cierro los ojos, ya ni tiempo para dormir me quedaba.

Hago qué me da igual todo y quito la alarma de mi celular, no iba a desperdiciar mi día yendo al instituto. Me acuesto e intento dormir, pero simplemente no podía.

Un grito de frustración sale de mi garganta, y me levanto de nuevo. Me voy a bañar y de ahí intento despejar un poco mi mente, pero no funciona. ¿De dónde sacaron que bañarse relaja?

Suspiro frustrada y salgo de la ducha, para luego vestirme y salir de mi casa.

—Oye, Candle.

—Oh, no. ¿Tu también?

—¿Yo también de qué? —pregunta extrañado Dean.

—Nada, olvídalo —me siento muy cansada como para hablar. Ya de por sí no hablaba, menos lo haré ahora.

—Te vas a demorar mucho caminando. Ven, te llevo —dice sonriéndome, apoyando su codo en la puerta del auto.

Ruedo los ojos y camino hasta el auto. No quiero pelear ni discutir. Solo quiero descansar.

Aunque de pequeña haya tenido que dormir solo ocho horas en una semana, no me siento acostumbrada a esto.

Llegamos en silencio, Dean no habla y agradezco en silencio ese acto.

Me bajo del auto apenas llegamos y me voy caminando lentamente al casillero. Recibo muchas miradas, la mayoría de asco.

—Oye, oye. Vean a quien tenemos aquí, ¿qué te ha pasado, Megan?

—Sí, primito, yo también estoy supremamente bien.

—Me alegra, Dean. —Dean y yo simplemente nos golpeamos en nuestras frentes con nuestras palmas abiertas.

—Volviendo al tema...

—Verdad. Gracias, Dean. Volviendo al tema. Megan, tienes unas ojeras qué no te dan para más.

Dean se va de mi lado y se pone al lado de Kylan, mirándome fijamente.

—Oye, sí. No me había fijado en eso. Tienes las ojeras hasta el piso. ¿Y tu maquillaje?

—¿Eso debería ser un halago o una ofensa?

—Las dos —me guiña el ojo y me sonríe.

Sé que tengo ojeras, que estoy despeinada y que estoy hecha un desastre.

—Definitivamente sabes cómo subir el autoestima —lanzo unas carcajada y luego camino de nuevo con mi cara neutra a la clase.

Real (Wattys 2017) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora