Capítulo 1

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—Vamos niña, madura. Ya tienes diecisiete años. No puedes seguir así.

—Yo me comportare como sea y como quiera. Yo veré qué hago con mi vida —digo indiferente y tranquila, mientras voy tecleando letras al azar en mi celular.

—No me hables así, hija.

—Primero —digo enumerando con mis dedos y con el ceño fruncido. Estoy harta —No soy su hija. Segundo, yo veré como le hablo a una señora insignificante para mí. Tercero, déjeme en paz —las últimas tres palabras las digo con un tono alto.

—¿Cómo dijiste? No te escuche bien —dice jalándome el cabello. Me obligan a recogérmelo.

Sí, después de nueve años sigo en este juego. Sigo sin confiar en nadie. La misma señora que me había encontrado ese día que decidí jugar, no había cambiado en nada, y si digo en nada, es en nada.

Ese señor, no lo he vuelto a ver. Vaya.

Dejé mi pequeña gota de normalidad que me quedaba, al salir del colegio a los trece años. Salí ya que la señora dijo que si quería ser como soy, tenía que abandonar la vida normal y empezar a vivir diferente.

Sí, la primera vez que ella tiene la razón. Sin embargo, si fuera otra persona y por otras circunstancias. Sonaría mejor la frase

«Si quieres ser como realmente eres y sacar a relucir tu esencia, tienes que abandonar la vida normal y empezar a vivir diferente.»

No creo en esa señora ni en nadie. Creo en mi misma y eso basta para salir adelante.

Cambiando de tema, hace poco llegó un bebé, tenía unos dos años. Vi como lo mataban sin razón alguna. Jamás olvidaré el último llanto de ese bebe. Si lo hubieran dejado con vida, el ahora tendría un año más. Y cuando grande sería un guerrero. Un completo guerrero. Y eso, es solo un pequeño ejemplo de mi infierno de vida.

Estoy intentando darles ejemplo a los niños de ocho a diecinueve años. Demostrando que se puede ser fuerte con esto. ¿Pero a quién engaño? Estoy débil, tal vez no por afuera, pero por adentro puedo sentir como todo se va cayendo poco a poco.

¿Cómo puedo ser fuerte, si están manejando mi vida?

—Hola —dijo una voz tímida.

—Hola.

—¿Cómo te llamas?

Aun no me quedaba claro eso. Era ¿Megan? me gusta ese. O al menos así me llamaba la única persona que conozco, desgraciadamente.

—Megan. ¿Y tú?

—Rebecca

—Bueno, Rebecca. No quiero ser grosera, pero ¿qué necesitas?

—Quiero saber cómo eres tan fuerte frente todo esto.

—La costumbre. Y no darles el placer de que te vean sufrir, porque realmente, lo único que quieren es verte sufrir y llorar.

—Gracias.

—Tranquila —le doy una sonrisa sincera y ella se va corriendo a saltitos.

Yo estoy en mi celular, aburrida, hasta que viene la bruja que se hace llamar mi madre.

—Ten. Para que te diviertas —dice con repugnancia y me tira unos audífonos.

—¿Sabías que para usar estos necesito un dispositivo con música?

Me tira otro celular.

—Hay todo tipo de música. Para que después no digas que te tratamos mal.

Real (Wattys 2017) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora