Capítulo 20

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—¡Dios! Chica, te ves horrible —dice una chica morena, con el cabello ondulado hasta la cintura, un poco más abajo, y con sus labios rojos pasión. —ven, te ayudaré con el maquillaje.

¿Una desconocida me iba a maquillar? Ni loca.

—Estoy bien así, gracias.

—¿Segura?

—Sí.

—¿Segurisima?

—Sí. —murmuro entre dientes.

—¿En serio? Porque tengo algo de maquilla...

—¡Que estoy bien, maldita sea! —grito pegándole al casillero, haciendo que ella de un brinco y salga corriendo.

Suspiro y saco mis cuadernos del casillero, para seguido cerrarlo sin cuidado.

Todas las miradas están puestas en mi. En serio, ¿no tienen nada más que hacer?

Camino con mirada amenazante hacia el aula de clase, sentandome donde siempre apenas llego.

Siento una presencia a mi lado, así que decidí voltear, viendo a Dean muy cerca mío, sonriendo.

—Wow —exclamo alejando mi cara de él casi de inmediato.

—¿No te gusta la cercanía, querida Megan? —dice acercándose de nuevo. Yo me alejo lo más posible, pero sigue estando cerca.

Malditas paredes.

—Dean, Dean. Aléjate. —digo con voz temblorosa.

Él sonriendo, niega con la cabeza y se acerca más. Puedo decir que nuestros rostros solo los separa unos cuantos centímetros.

Reacciono y me enojo, con él y conmigo misma. Me pregunto una y otra vez qué me está pasando. ¿Por qué soy tan débil?

Empujo a Dean con fuerza, haciendo que se tire para atrás, la silla  tambalea un poco, pero nada más.

—¿Tenemos fuerza, no?

Lo ignoro y me pongo los audífonos, quiero irme ya de esta miseria.

Kylan no entra al salón en toda la hora, supongo que tiene otra clase.

Hablamos con Dean toda la clase. Supongo que a él no le interesa, igual que a mi.

Ya era hora de salir a las demás clases, así que acompañada de Dean salimos y entramos juntos a todas las clases. Esas horas me dieron la oportunidad de conocerlo mejor, de saber más sobre él y sobre sus miedos y tristezas, aunque estas últimas no me las haya dicho textualmente. ¿Como lo supe? Cada qué hablábamos de un tema que a él le dolía, su cara cambiaba y sonreía sin mostrar sus dientes, sus ojos se apagaban, y cuando cambiábamos de tema, rápidamente volvía a estar como antes.

¿Qué será?

Ese pequeño gesto por parte de Dean, me hizo pensar y subir un poco el ánimo.

Todos tenemos problemas, tal vez unos más grandes que otros, pero todos tenemos.

—Oye, Megan —canturrea Dean —despierta de tu gran sueño.

La tristeza me invade, pero no dejo qué se note, y saco una sonrisa sin mostrar mis dientes.

—Vámonos a la siguiente clase.

Asiento en silencio y camino junto a él, y aunque el camino sea corto, no se cruza ni una sola palabra mientras caminamos. Solo el silencio reina aquí.

Entramos a la clase y ésta vez, nos quedamos callados, aunque por mi parte, no presto atención, solo dibujo en mis cuadernos.

Así es en las otras clases, nos sentamos juntos, pero el silencio sigue reinando, sin permitir que las palabras lleguen.

—Oye, Megan. Me estoy cansando. ¿Hice algo mal?

—No, no hiciste nada. —digo con voz seca.

—¿Entonces? —dice ahora triste.

Me parece curioso, Dean cambia muy rápido de ánimo.

Abro la boca para responder, pero mi celular suena, es Dorothea.

—Diga —contesto con voz seca.

—Megan, vente ya para tu casa.

—¿Eres o te haces? Me metiste al instituto. Ya deberías saber mis horarios.

—Sé que ahora mismo estás en el instituto, pero también sé que como no estés acá en treinta minutos, te irá como en el infierno.

Ruedo los ojos y asiento, aun sabiendo que ella no me puede ver.

Cuelgo y resoplo. Vaya descanso el que estoy tomando.

—¿Tienes algo? ¿Quién era?

—Doro... —recuerdo que Dean no sabe que soy real —no era nadie. Me tengo que ir, gracias por pasar este tiempo conmigo.

Él me mira extrañado pero no le doy tiempo de decirme algo y salgo corriendo hacia la puerta.

—Disculpe, señorita. Pero no puede salir del instituto en horas de clase.

—Oh, vamos. Más de diez se han escapado en menos de dos días. Ahora me van a decir que por las buenas no puedo salir.

El guardia asiente sin importancia. Giro a la derecha y veo como dos chicos están saltando el muro.

—¡Eh! —exclamo señalando a los dos. Ellos me fulminan con la mirada, pero el guardia no los ve ya que me ignora.

—Bien, por las malas será. —me lanzo sobre el gigante, pero el me atrapa y me deja de nuevo en el suelo.

Resoplo y ruedo los ojos. Me voy a la derecha y salto el muro, igual que como hizo la pareja hace poco.

Vaya instituto de mierda.

Miro la hora en la que me llamó Dorothea, y miro la hora actual. Perdí mucho tiempo hablando con ese gorila.

Corro a mi casa, sin mirar las calles, y sin cuidarme de los autos. Un auto me roza y toca la bocina varias veces.

Idiota.

Me quedo callada y sigo corriendo, hasta llegar a mi casa. Toco la puerta y ésta se abre de inmediato.

—Por trece segundos y no llegas.

—¿En serio tomó el tiempo?

Ella asiente sonriendo y yo, de nuevo, ruedo los ojos.

—Bien. Hace rato que te dejé en paz —saca un poco su labio inferior, dejando ver que no se aplicó su labial rojo en su totalidad. —¿Me extrañaste?

Me quedo callada y cruzo mis brazos.

—Oh, callada de nuevo. Aún recuerdo cuando tenias diez, a esa edad empezaste a dejar de ser una maldita tímida. —a medida que decía más palabras, con menos dulzura las decía —¿Recuerdas?

Sigo callada. Yo sé que le puedo ganar así.

La verdad, es que con Dorothea, siempre ha habido una clase de competencia entre nosotras, y es muy jodido.

—Bien, hija. Hay que ponerle emoción a la cosa. ¿No?

Real (Wattys 2017) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora