DIECISIETE

240 42 75
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Entré a su habitación sin llamar. En su interior estaba todo a oscuras sin ningún ápice de luz. Poco se podía distinguir después de cerrar la puerta y por un instante me asusté al ver una poderosa silueta masculina tumbada en la cama, pude sentir de nuevo los recuerdos de aquel día como si los estuviera viviendo de nuevo.

—¿Qué es lo que quieres? —Estaba recostado sobre su brazo y miraba hacia el techo, ni siquiera se molestó en girarse para echar un vistazo.

—Venía a hablar contigo.

—¿Ahora sí quieres?

—No vengo a hablar del mismo tema —aclaré arrimándome a paso lento—. Y para que lo entiendas mejor: no me importa. Sal con quien quieras, bésate con quien desees, aunque mejor no las ilusiones jugando con ellas.

—Vamos a hablar de este tema —Se levantó feroz, reaccionando apresurado—. ¿Por qué dices eso? Mis intenciones nunca fueron ilusionarte y mucho menos jugar contigo.

Negó dolorido, acercándose más, reduciendo la distancia que nos separaba en un principio. Era un muy buen actor.

—Me pilló igual de sorpresa que a ti —concluyó.

—Ajá...

—¿No me crees?

—No, ya no creo nada en tu palabra.

—¿Por qué? ¿Qué he hecho para que desconfíes de mí así, tan de repente? —preguntó confuso.

—Qué te importa —arrojé molesta con su insistente actuación y su farsa apariencia.

—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Estás de coña? —vociferó furioso.

Se contagió de mi cabreo. Nuestras caras estaban enfrentadas, más cerca, podía escuchar y sentir su frenética respiración acelerada. Después, él soltó un largo suspiro, calmándose, y me agarró del brazo con urgencia, atrayéndome hacía él de vuelta.

—Deja ya de fingir —exigí liberándome furiosa de su agarre—. No estuviste interesado en mí hasta que ocurrió el ataque y nos encerraron en el polideportivo. Hasta que te quedaste sin tus amigos. Y la verdad, prefiero que sigas ignorándome como antes.

—Pensé que ya lo habíamos olvidado. Que me habías perdonado esa idiotez.

—Y así era...

—¿Era? —repitió ahora más desconcertado—. Te prometo que esa chica para mí no significa nada, ni siquiera-

—Estás muy equivocado, no es por ella —le interrumpí.

—¿No? Entonces, ¿puedes explicarte mejor y decirme que te pasa y que cojones hice ahora para que te comportes así conmigo? Así podremos estar bien cuanto antes.

—No creo que podamos estar como antes —opiné cruzándome de brazos—, pero bien, te lo diré. Para eso había venido.

—Fantástico —ironizó cansado.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora