1UNO1

700 76 146
                                    

Mi nombre es Lucía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi nombre es Lucía. Lucía Prirmes.

Toda mi vida fue aburrida, me resultaba normal sin nada que poder resaltar. Si tuviera que escribir una historia de mi vida, serían capítulos exactamente iguales con pocos sitios en los que sobresalieran. Nada con lo que sentirse viva de verdad, de no creer que estaba desperdiciando los años de mi existencia. Poder ser alguien más en un mundo idéntico con personas diferentes, pero con las mismas metas... Copias humanas. No quería ser un número más.

Solía soñar, y tener las esperanzas de que algún día, con la carrera sacada, tuviera algo que me hiciera feliz, hacerme sentir orgullosa, tanto que me diera paz. Quería aventuras, historias, amores que poder contar y plasmar, que merecieran la pena. Algo inalcanzable en realidad. Irreal y fantasioso, porque la vida no es tan fácil y simple.

Por algo me gustaba leer libros, y ver películas, de ciencia ficción y géneros fantásticos, donde alejarme y perderme de la realidad en la que me tocaba vivir. Aburrida, monótona y rutinaria. Podía sentir que esas historias las estaba viviendo en primera persona, que era la protagonista de ellas. Que podía hacer todo sin obstáculos ni obligaciones, sin consecuencias.

Luego, claramente, cerraba sus páginas y me veía en la situación de encontrarme de cara con la cruda realidad e intentar cambiarla desde los estudios y rutinas, que parecían no acabar ni conducir a lo que quería. A veces, me sentía engañada con los consejos que me decían que algún día tendría lo que quería por medio de ese esfuerzo, las otras veces solo lo ignoraba.

Y ahí, ese día, empezó mi historia, en el instituto de mi ciudad. Donde, entonces, los acontecimientos cambiarían ese mismo lunes.

Empezando como un día lectivo cualquiera: en casa, en la cama, suplicando por más horas de sueño. En febrero, los finales de invierno, cercanos al inicio de primavera, clima fresco, y las sabanas parecían pegarse a mi piel. Me froté los ojos quitándome las legañas que estaban conspirando con que siguiera con ellos cerrados, y levanté las persianas comprobando que el sol estaba por salir. Las ventanas estaban decoradas por gotitas de la lluvia que caía, refrescando y humedeciendo la ciudad. El cielo parecía más oscuro con él, nublado y con las nubes que lo acompañaban. La lluvia recorría las calles poco a poco, y su ruido y olor me calmaba y relajaba.

Me levanté, desayuné, todo corriendo para coger el bus a tiempo y llegar a la hora. Con una sudadera, por el frescor de la lluvia, salí con la mochila, lista del día anterior, sobre mi espalda y la capucha sobre mi cabeza.

En la parada esperé con el resto de las personas, mientras la lluvia caía y se desprendía por mi melena, oscureciéndola a su paso. 

Al llegar a mi destino bajé con el resto de las personas, una brisa movió mi pelo y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me aferré más a mi sudadera y seguí mi camino. En el patio de mi colegio me apoyé en la pared, abrazándome para darme calor, y esperé a que se abrieran las puertas del colegio mientras llegaban los alumnos más puntuales. Pasado un tiempo, el patio se llenó y el ruido aumentó. El sol había salido e iluminaba, apartando a las nubes y el frío de la lluvia. 

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora