CUARENTA Y DOS

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El señor se excusó para ir al baño detrás de los arbustos junto con la vigilancia de Ryan

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El señor se excusó para ir al baño detrás de los arbustos junto con la vigilancia de Ryan.

—Ha sido un placer conocerte y que hayas intentado matarme —me dijo antes de marcharse a mear—. Por los demás... Ha sido una decepción.

—Deja las despedidas para más adelante —gruñó Dani.

No pasaron ni cinco minutos cuando teníamos de vuelta a Ryan sin su compañía. Estábamos tumbados boca arriba, mirando hacia el cielo despejado y disfrutando de un poco de paz, cuando apareció en nuestro campo de visión.

—Tenemos un problema —dijo rascándose la nuca, nervioso.

—Tienes —le corrigió Dani con un tono de advertencia.

—Se ha escapado —se lamentó—. Y antes de que me echéis la bronca. ¡No le iba a mirar mientras meaba!

—¡Joder, Ryan!

—Me engañó, me dijo que estaría detrás de los árboles, pero cuando fui a buscarle ya no estaba.

—¿¡No fastidies!? Qué novedad —dijo con tono irónico.

—Bueno, ¿y qué más da?

—¿¡Y qué más da!? ¿Y me lo dices tú? —exclamó Dani, exaltado—. Después de toda la guerra que diste para convencerme de dejarle vivir y utilizarle de prisionero para un intercambio.

—Si hubiera problemas, sería evidente, lo habríamos oído —se defendió Ryan—. Todo parece en calma, ya no le necesitamos, que se vaya.

—¡Jodidamente genial! —exclamó Dani, despeinándose el flequillo—. ¡¿Y todo porque tú no podías verle de espaldas mientas meaba?! ¿¡Y dónde coño te fuiste mientras!?

—No entiendo tu cabreo, yo no estoy obligado a retenerle ni castigarle. Además, la justicia y la policía se acabarán ocupando de él.

—¡Estoy cabreado porque eres un puto ingenuo!

—¡No me grites!

Sé que tendría que estar preocupada porque él se acabó enterando sobre mi secreto, pero ya no me importaba. Mi familia, amigas y conocidos estaban a salvo, de vuelta a la ciudad y a la antigua vida de antes, y con eso era lo suficientemente feliz.

Por ahora no me interesaba nada más.

Sin poder evitarlo, una carcajada se escapó de mis labios. Era agradable volver a hacerlo. Me miraron como si estuviera loca, pero se sentía tan bien reírse después de tanto tiempo que no pude detenerme.

—¿Cómo te sentó el descanso? ¿Estás mejor?

—Estoy mejor, pero los dolores no se me han quitado.

—Debí echarme una siesta también —comentó Ryan.

—Hubieras sido de más ayuda —aseguró Dani.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora