DIECIOCHO

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Planeé e ideé todo lo que tenía que hacer en ese día

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Planeé e ideé todo lo que tenía que hacer en ese día. Debía contarlas a mis amigas sobre las novedades y necesitaba encontrar a alguien que me ayudará a ser uno de los voluntarios en la misión.

Empecé por lo último, lo más importante y urgente. Pensé en buscar en varios sitios, lo malo era que la finca era enorme. Podría tardar varías horas en encontrar a uno en concreto, así que me decanté con la persona que viera primero. Y se lo diría a ella.

Antes que nada, fui a comer algo a la cafetería. Caminé hasta allí hambrienta, y con las tripas doloridas de no haber comido hace horas, encontrándome a Dani sentado en una mesa solo, comiendo con su habitual mal genio de todos los días. Tenía su usual expresión seria y fría con la que alejaba a todos de él.

Le hacía parecer mayor, más de lo que era, y descaradamente atractivo, igual que cuando sonreía o cuando estaba concentrado en una tarea, tanto que se aislaba del resto del lugar... Su aura siempre me cautivó, era poderosa y reservada y parecía reclamarme.

Me senté a su lado. Nos quedamos en silencio, comiendo, sin decir ni una palabra, mientras dábamos vueltas con nuestros pensamientos.

—¿Qué es lo que tramas, pelusita? —cuestionó cuando terminó de comer. Y me dedicó una expresión entre divertido y preocupado—. A veces das miedo, Lucía.

—El hombre más peligroso es aquel que tiene miedo —recordé de haberlo leído y lo repetí como un loro—. ¿Es lo que te pasa?

—Como todos nosotros —confesó—, ¿acaso tú no tienes miedo?

—Pero el temor no deja pensar con claridad, nos hace peligrosos —le respondí, aunque estaba intentando disculparme y quería hacerle ver que le entendía de alguna forma—. Tú no tomas las decisiones, el miedo las toma por ti.

—¿Qué quieres?

—Ir contigo.

—¿No escuchaste lo que te dije antes? Además, si tanto desconfías y crees que sea peligroso, tendrías que estar feliz porque me alejará de ti.

—La culpa es tuya.

—¿Perdona? —se carcajeó.

—Si me lo hubieras contado desde un principio, no habría tenido ninguna sospecha sobre ti.

—Y ya sabes por qué no quería contártelo. No quiero que vayas.

—No te dejes guiar por tus miedos.

—El miedo te mantiene vivo y fuera de cualquier peligro —contraatacó.

—No se pueden tomar todas las decisiones basadas en el miedo y en la posibilidad de lo que podría suceder.

—Esas decisiones son las que te pueden llevar a la fina línea entre la vida y la muerte.

—¡Eso no es vida! —exclamé. Me daba repulsión existir así: reducida y limitada—. Los peligros se encuentran hasta en los lugares más insólitos y frecuentes.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora