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Terminé de leer el cartel y no di crédito a lo que vi. Me quedé asombrada de aquello. Además de todas las dudas que me abordaron sin previo aviso y miles de preguntas a la cabeza:

¿Quiénes nos iban a enseñar? ¿Por qué sabían utilizar un arma? ¿Quién les enseño? ¿Por qué deberíamos aprender todo aquello?...

¿Tan mal pintaba lo que estaba pasando? ¿Era tan necesario utilizar un arma a tanta distancia de donde nos atacaron? ¿De qué nos iba a servir? ¿A caso íbamos a volver?

Mis amigas andaban cerca y cuando me vieron fueron a acercarse para hablar conmigo.

—¿Lucía...? —me llamó, Eu, extrañada al verme.

—Hoy no paras, chica —dijo, Vir.

—¿Pasó algo?

—Sí, todo bien. Me acabo de acordar de algo que tengo que hacer. Enseguida vuelvo.

Sonreí para tranquilizarlas y no parecer sospechosa, y fui directa hacia el lugar de donde había venido y estado con Dani hace unos escasos minutos.

Caminé casi corriendo, pisando fuerte por donde pasaba, intentando controlar mi respiración agitada por el coraje que sentía. Al pasar por el recibidor me percaté de que aún no había pedido una habitación en donde descansar. Había suficientes para todos y aunque seguían repartiéndolas no me preocupaba quedarme sin una. Iría luego a por ella, no corría prisa.

Por los pasillos intenté reencontrarme con él, sin ningún resultado. Estaba a punto de darme por rendida, llevaba ya cuarto de hora buscándolo o intentándolo por lo menos, cuando le vi. Justo cuando me iba a ir, fue cuando él, de una de las puertas del fondo, salió.

—¡Lucía!, ¿has venido a por la revancha? —bromeó animado. En cuanto vio que no le devolvía la sonrisa, frunció el ceño confundido—. ¿Todo bien?

—No. ¿Se puede saber que es todo esto? —Antes de que llegará a preguntar a qué me refería, le corté y seguí hablando—. ¡¿Qué demonios es lo del cartel?! ¿Para qué necesitamos aprender a utilizar un arma?

Y pensé en la navaja que seguía teniendo en el bolsillo de la chaqueta. Esa que él me proporcionó. Ni siquiera la llegué a utilizar cuando paso todo el peligro y ahora pretendía que la utilizará para otro asunto. ¿Qué motivo era ese?

—Para qué crees, ¿cómo te vas a defender? —me respondió adquiriendo mi cabreo. Con la diferencia de que él tenía la habilidad de controlarlo, cosa que recelaba.

—¿De qué? ¿De quiénes? —pregunté mirándole seriamente. Luego saqué la navaja y añadí con la voz baja e insegura al mostrarla—. Además, tengo esto.

—Lucía, vas a ir a las clases, vale. No puedes defenderte con ese utensilio que ni siquiera se puede llamar arma —dijo al mismo tiempo que me lo quitó. Cuando terminó de insultarla, y mirarla por encima, la tiró al suelo a unos cuantos metros—. Ves. Ya no la tienes, así que iras.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora