TREINTA Y SEIS

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A partir de entonces, los sucesos sucedieron rápidos, a la vez que lentos y peligrosos

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A partir de entonces, los sucesos sucedieron rápidos, a la vez que lentos y peligrosos.

Las decisiones que tomaría terminarían por formar mi carácter aún más fuerte y duro, más cerrado y frío, y me marcarían irreparablemente de por vida al poner un pie en la isleta. Caminos que determinaban mi destino desde mucho antes de llegar aquí, difíciles de tomar, donde ninguno termina por ganar y todos pierden algo y, al final, teniendo que asumir las consecuencias de nuestros actos y acciones.

Cuando bajamos del barco no fue distinto al embarcar, el ambiente estaba alborotado, personas de un lado para otro, trasladando los materiales a tierra. Los capitanes, guiados por los consejos de nuestro aliado Enzo, organizaron una visita con nuestros seres cercanos.

Distribuí mi tiempo en ordenar el armario con la ropa y la colocación de las armas, el armamento y el equipaje que habíamos adquirido. Esperaba a que volviera Dani para ir juntos a ver a nuestros amigos y familiares.

—¿Te apetece tener compañía? —ofreció Nicolás, después de llamar e ingresar en mi tienda de campaña.

—Estoy bien —dije dejando de lado lo que estaba haciendo.

—Enzo me ha dicho que tardaran un rato y pensé que estarías nerviosa y sola y vengo a aliviar tu inquietud.

—¿Por qué eres tan majo conmigo? Quiero saber por qué finges amabilidad —acusé.

—¿En tan mal estima me tienes?

—¿Entonces por qué confías en compartir información conmigo?

—Creo que hablas de lo de ayer —supuso bien—. Te aclaraba lo que ya sabes y porque me caes bien y a mi hermano también.

Nerviosa, me mordí los pellejos del interior de la boca.

—Deberías quitarte ese collar y guardarlo —dijo señalando el relieve que dibujaba debajo de la ropa—, puedes perderlo o peor, hacerte daño.

Solo asentí esperando a que se diera media vuelta y se fuera.

—¿Tiene un significado especial para ti? ¿Alguien te lo dio? —curioseó.

—Lo compré de vacaciones de recuerdo.

—¿No te lo regalo nadie?

—No.

Sonrió y bajó la mirada hacia el relieve que formaba el collar y que traspasaba la tela. Luego, subió la vista y se centró en mí, observándome como si pudiera leerme y descifrar cada secreto que ocultaba.

—Es una pena —comentó.

Esperaba a que se fuera pronto y me dejará en paz, pero volvió a hablar.

—Tus capitanes van a necesitar ayuda para ejecutar su plan de rescate. Deberías ir.

—¿Yo? —dije con una corta risa—. Mis métodos y planes no son muy populares entre mis compañeros, no creo que quieran mi ayuda.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora