TREINTA Y UNO

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Se marcharon y dejaron el vehículo sin protección y sin vigilancia

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Se marcharon y dejaron el vehículo sin protección y sin vigilancia. Me solté de los hombros de Dani y nadé hacia la esquina más próxima para asegurarme. La zona parecía despejada a simple vista, se habían alejado hacia la caseta del guarda en donde entraron.

Miré a aquel chico tan lindo que tenía a mis espaldas, él me devolvió la mirada y denegó mis pensamientos imprudentes. Estaba preocupado con lo que había visto y a quién, al igual que yo, tan cerca de nuestro campamento y de nosotros.

—Coge tus playeras y salgamos de aquí cuanto antes.

Empapados, salimos y nos dispusimos a huir, ocultándonos en la maleza, cuando volví a reparar en el asiento de atrás del coche. Más de cerca pude percatarme de sus rostros asustados, del temblor de sus cuerpos y las lágrimas que surgían de sus rostros.

Me frené y retrocedí hacia ellos con las sospechas moldeándose. Cuando Dani se dio cuenta, me persiguió e intento detenerme, pero era demasiado tarde.

Abrí la puerta trasera y comprobé mis dudas. Había tres jóvenes amarrados de pies y manos y todos tenían en común un collar atado a sus cuellos con un mineral colorido de adorno.

—No debiste hacerlo —suspiró, Dani.

—Hay que ayudarles, no podemos dejarlos así —dije desabrochándoles el cinturón y extrayendo mi navaja.

—No podemos perder el tiempo, nos van a descubrir —suplicó agarrándome de la mano para que abandonara mi idea.

—He estado muy cerca de haber sufrido el mismo destino que ellos —revelé—. ¿Me hubieras dejado a mi suerte? Ellos tienen mucho en común con lo que me ocurrió, conmigo, y no voy a dejarles en manos de ese maníaco.

El malestar que tan bien oculté atrás se rompió al volver a ver su rostro en primera persona. Apareció de nuevo la ansiedad y el miedo, reviviendo las pesadillas de lo que experimenté en sus garras y las ganas de huir.

Dani me miró con tristeza, no dijo nada, me soltó y me ayudó a desatarles los nudos desde la otra puerta.

—Muchas gracias —nos agradecieron cuando les liberamos.

—¿Cómo acabaron con él? ¿Qué quería?

—El chico más joven nos engañó para acompañarle y nos llevó hasta el viejo. No sabemos que quieren de nosotros, los temas importantes les hablan en privado.

—Nos prometió comida y un refugio seguro con compañeros con los que hablar —dijo la chica aun llorando.

—Lucía —interrumpió Dani con urgencia—, tenemos que irnos ya, estamos muy expuestos.

Asentí, él me ofreció la mano y se la cedí para seguirle y huir con su ayuda.

—Podéis venir con nosotros —propuse antes de marcharnos—. Estamos bien abastecidos, tenemos un huerto que cuidamos todos y estaréis acompañados.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora