3TRES3

379 61 103
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ya había amanecido y había comida en un lado de la mesa. Vi a todo el mundo desayunando, lanzándose a la primera comida que veíamos en horas. Me recogí el cabello como pude con una coleta y me uní a ellos. Me senté con mis amigas y otras compañeras con las que nos llevábamos.

—Ayer no conseguí contactar con mi madre ni con mi hermana, pero por lo menos mi hermano me respondió —habló, Eulissa. Su hermano estudiaba dos cursos por debajo de ella—. Les dejaron en los vestuarios. Voy a intentar bajar para verle y hablar con él, me contó que muchos se fueron también.

—Te puedo acompañar, así no vas sola —me ofrecí.

—Eso sería genial —reconoció—. Te lo agradecería mucho, Lucía.

Cogí algo para degustar de la mesa. Me costó dormir, y el hambre no ayudó a mi sueño: mis tripas no dejaron de gruñir en toda la noche.

En los almacenes, que se encontraban en el mismo cuarto, siempre había comida no perecedera para cocinar como pasta, legumbres, arroz... Pero las magdalenas y la bollería nos salvaron el día a causa de que no teníamos cocinas a nuestra disposición. Lo encontraron guardado en un armario para vender y conseguir donaciones para los más necesitados.

—Tengo que hablar contigo a solas si no te importa.

Una voz masculina habló a mis espaldas, señalando, al tocar mi hombro, que iba para mí. Me giré confusa, para saber de quién se trataba y su raro interés de hablar conmigo. Más para mi asombro y desconcierto era Dani.

—Ven a buscarme luego, no puedo ahora —añadió.

—¿Para qué quieres hablar conmigo? —pregunté cuando estaba por marcharse.

—Las preguntas después, hablaremos más tarde —me dijo, Dani—. Voy a llevar la comida sobrante a los demás grupos, para que coman algo, antes de que se acabe.

—¡Espera! —grité deteniéndole—. Eu y yo, vamos contigo.

Confundido accedió. Necesitaba ayuda al fin y al cabo, y nosotras buscar a su hermano. La prometí acompañarla y parecía una buena oportunidad para marchar.

Para llegar a los dos vestuarios, donde se encontraban, había que bajar al patio. Uno de ellos estaba al lado nuestro, a unos pocos metros al bajar. El otro, en el lado opuesto de nosotros.

Nuestro polideportivo era abierto, y muy fácil ser vistos. Lo bueno es que era ancho y, al final, donde las gradas, estaba oscuro. Si cruzamos por allí, con cuidado, además dábamos a una zona cerrada, donde estaban otro grupo, y podíamos llegar al otro lado, a los vestuarios. Había menos probabilidad de ser vistos que de otro modo.

Así lo hicimos, rodeamos el lugar, antes de dejar algo de alimento en las otras paradas, hasta que llegamos a la última, el vestuario que antes era de las chicas. Donde justo ayer me cambié después de la clase de educación física, después de aquella escena con Dani.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora