5CINCO5

322 57 85
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En medio de la desierta vía del tren. Rodeados de la nada, salvó trenes abandonados pintados con grafitis de aquellos jóvenes que dejaban su firma por la ciudad. Todos estábamos confusos por todo lo sucedido este día, y eso que solo estaba comenzando. ¿Cómo era posible que estuviera ocurriendo esto?

—¡Te dije que era mejor hacerlo por la noche! —escuché una discusión de uno de nosotros cuando mis oídos dejaron de gritar.

—¡Tienes que levantarte! —me gritaron.

—No puedo —articulé con dificultad, sujetándome la cabeza con las manos.

—Déjala.

—¡Pero tenemos que movernos!

—Pues así no ayudas, y a ella tampoco.

Dani se acercó, apartando al chico que me habló, y me ayudó a levantarme. Me sujetó con una mano en la cadera y mi brazo rodeando por detrás de su cintura.

—Vamos, encontremos un lugar donde ocultarnos —dijo, ayudándome a caminar.

Fuimos hacía la antigua fábrica abandonada de azúcar, o harina, que estaba siguiendo la carretera, a unos metros. Cerca, también, estaba la pasarela que separaba ambas calles y donde se encontraba del otro lado del colegio.

No había cristales en las ventanas, las paredes estaban pintorreadas y, por dentro, el lugar estaba repleto de vegetación. Incluso, llegó a crecer un pequeño árbol en el centro, donde el techo se había derrumbado y la luz se colaba. Las palomas se posaban y quedaban como si fuera su gran palomar. El suelo estaba sucio, me quedé apoyada en la pared.

—¿Estás mejor?

Estar sin hacer nada me estaba poniendo nerviosa, me consumía. Habíamos permanecido parados por una hora, sin noticias de los demás. Pensé en mis amigas, en donde estarían, en cómo estaban, en si las había pasado algo.

—Ya sé me pasó el mareo si es a lo que te refieres.

—Bien.

—Gracias por ayudarme.

Aceptó con un gesto, restándole importancia. Cuando iba a darse la vuelta, volví a hablar.

—Ya podemos ir a buscar a los demás, a ver si están bien... —dije con cuidado—. Puede que necesiten ayuda, ellos no tienen nada con que defenderse.

—No podemos ir a por ellos, es muy peligroso —Su mirada era cautelosa y serena, pero su voz salió indiferente.

—Pero no podemos quedarnos aquí sin hacer nada, tenemos que ayudarles.

Se quedó mudo. Sus pupilas recorrieron sus córneas sin dejarlas quietas, como buscando una solución en algún punto de la fábrica.

—No me quedaré ni un minuto más. Las prometí que las protegería, no puedo dejarlas así —dicté, alzándome, cuando descubrí sus intenciones—. No espero que hagas lo mismo, solo no me lo impidas.

Naturae «Lux» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora