Tres

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Al día siguiente me levanté con muchísimas ganas de ir a trabajar. De acuerdo, no es bueno mentir; no tenía ganas de bajar ni una jodida pierna de la cama.

Soy enfermera; aunque sólo me concentro en el área de pediatría de el hospital donde trabajo. Cuando llegué, no me sorprendió el ver a Ritha, una niña de 8 años, recostada en una de las camas y con la pierna elevada.

Sonreí.

— Hola, Ritha. ¿Qué fue esta vez?

Ella sonrió.

— ¡Hola Laila! Intenté hacer gimnasia en las literas de mis hermanos. Creo que no nací para eso, tal vez debería intentar con la cocina.

Su ceño se frunció y yo abrí los ojos asustada. Ritha era la niña Barbie, o así la llamaba en mi mente. A sus ocho años, estaba más preocupada por descubrir su profesión que por jugar.

En la lista ya estaba tachado el título de bailarina, donde se había torcido un pie.

El de química, donde se había tomado el jodido líquido burbujeante. Tenía dolor de estómago y tardamos tiempo en descubrir que era... No lo quieren saber. Pero por suerte, no era venenoso.

Tampoco sería veterinaria. Su intento de cuidar al perro de su primo, la trajo aquí con un montón de ronchas.

Y ahora el título de gimnasta estaba nuevamente cubierto. Ella era torpe, y el simple hecho de que considerara ser cocinera, me ponía los pelos de punta. ¡Qué bueno que no era madre!

— Ej, sí, no creo que eso sea buena idea. Los cocineros... Son aburridos y feos– le mentí con rapidez. — Tal vez quieras ser modelo. Sin tacones, por supuesto– solté una risita.

Ay madre mía, que esta niña no encuentre la forma de terminar aquí, por favor. Prometo ser buena, palabra de scout. De acuerdo, nunca fui scout pero, ¿a quién le importa?

Ella me miró emocionada.

— ¡Sí! A partir de ahora seré toda una señorita– carraspeó y me sonrió— Laila, querida, ¿podrías traerme mi cepillito rosa? Es el que tiene una gatita en el frente– ella río y me miró cómplice.

— Lo saqué de una caja de cereal– me susurró y luego volvió a su pose— Lo traje de París, querida. Ten cuidado– rodé los ojos al ver lo que había hecho.

Había convertido a la niña Barbie, en eso, una barbie. ¡A mí ni siquiera llegaron a gustarme! Aunque bueno, no es como que fuese muy femenina. A los ocho comía tierra y sacaba a los insectos de los árboles para ponerlos a hacer carreras y ver cuál de ellos sería el príncipe en el reino.

¿Tenía barbies? Claro que sí, ellas eran las esclavas.

Ritha se fue una hora después, muy metida en su papel de diva y con una madre que me fulminaba con la mirada por la idea que le había dado a su hija.

¡Yo no imaginé que Ritha pensara en la dieta! ¡Tiene ocho años, joder!

Yo a mis 25 como pizza diario y tomo soda. Eso de la lechuga no es lo mío, que se la coman los conejos, ¿yo por qué?
No pude evitar pensar en el chico de las pizzas y avergonzarme nuevamente, ¿cómo dejé que pagara mi orden? Y peor aún, ¿cómo tuve la intención de dejar que lo volviera a hacer?

Sólo esperaba que esta noche, él no fuese quien contestara el teléfono. Realmente no era como que comiera pizza todos los días si soy franca pero una jornada de trabajo la amerita.

Al llegar a casa lo primero que hice fue quitarme los zapatos y llamar a la pizzería.

Por favor, que no conteste él. Me encomiendo a los dioses del Olimpo para que no suceda. No me decepciones, Zeus. Afro, amiga, ten piedad.

Pizzería Carlo's, ¿en qué le puedo ayudar?

¡Sí! ¡Era una chica!, bailé la macarena mentalmente.

Hola, quiero una de pepperoni con refresco de Cola y un brownie.

Eh... Tengo promociones para que incluya no sólo un brownie, sino dos y el refresco sería gratis. ¿Gusta escucharlas?

Yo sólo pensaba en mis dos brownie y en mi refresco gratis. Coda es mi segundo nombre, a veces.

Claro– hoy era mi día de suerte.

Un segundo. ¡Carl!

¿Carl?, ¿quién era y por qué lo estaba llamando? No me arrepentí lo suficientemente rápido.

Pizzería Carlo's, ¿en qué puedo ayudarle?– ¡Esos dioses! Olvídate de nuestra amistad, Afrodita.

Sólo quiero saber las promociones que incluyan brownies, por favor– que no me reconozca, por favor.

— La promoción que tenemos incluye la pizza de tu gusto, un par de brownies y el refresco completamente gratis. ¿La tomo como pedido?

Parece que Carl no me identificó. Tal vez no seas tan mala amiga, Afro.

— Ajá– me limité a contestar.

De acuerdo, una pregunta más.

Dime– contesté rápido y con una voz ronca fingida.

¿Por qué brownies, lucky girl? Tenemos mejores postres y además pides dos. No me digas que el chico camisas está ahí.

¡Esos Dioses!

— Ese no es tu problema, chico pizza– él rió.

Lo siento, tenía curiosidad. Llamaré mañana por la mañana para verificar que no esté allí– bromeó.

¡Él no está aquí! No te pagan para meterte en la vida de los clientes– dije enojada.

— ¡Hey! Pensé que éramos amigos– chilló.

Rodé los ojos.

Limítate a enviar mi comida.

Bien, lucky girl. Disfruta tu cena y recuerda: los niños, los borrachos y los chicos de la pizza siempre decimos la verdad. No confíes en el idiota de las camisas, te lo dice el mejor chico de las pizzas de la ciudad.

Gruñí y él soltó una carcajada.

¡Te he dicho que él no está conmigo! Son para mí los brownies. Y sí, soy una gorda y rodaré hacia ti si no me dejas en paz.

Eso sí me asusta, te cálculo unos 100 kg los cuales me matarían de caer sobre mí. ¡Buen provecho, lucky girl!– y colgó.

Idiota.

Mi pizza llegó unos minutos después junto con mis brownies, quienes tenían una nota sobre ellos.

"Los mandé con suplemento de azúcar, ya sabes, busco un mundo sin obesidad."

Rodaré para aplastarte, chico pizza. Lo haré.

. . .
¡Hola a todos! Me reporto con un nuevo capítulo. Nuevamente quiero agradecer con el apoyo que me han brindado, es muy lindo leer sus comentarios y mensajes.
Espero el capítulo les guste tanto como a mí, ¡no olviden votar!😂❤️
Que tengan un hermoso fin de semana, los amo,
B.

El chico de la pizza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora